La Eucaristía, por el dinamismo de transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre del Señor resucitado, es primicia de la nueva creación. Especialmente visible e impactante en el contexto de la Vigilia pascual: ciclo anual que llega en la primavera, con la luna nueva; cuando todo parecía muerto y acabado, el Señor resucita y apoderándose del pan y del vino cambia la sustancia de éstos por su propio ser: son su Cuerpo y su Sangre.
 
 
La creación, en la Eucaristía, es elevada a la nueva creación. Ésta la podemos vislumbrar viendo cómo estos elementos creados -pan y vino- son transformados, elevados a su mayor potencia de ser, anticipando la novedad absoluta del Reino. 
 
Incluso nos lleva a ver la posibilidad de nuestra propia resurrección; así como la materia del pan y del vino llegan a cambiarse en su ser para ser Cristo mismo en ellas, así la materia de nuestro cuerpo puede ser transformada y vivificada en la resurrección. La Eucaristía es la primicia de la resurrección, sostiene nuestra esperanza.
 
"La transformación eucarística no es una realidad aislada, un bloque solitario en el paisaje cristiano. Se reaiza en donde se concentra y se despliega la acción salvifica de Dios, es decir, en el Cristo pascual. Es un fenómeno pascual, o sea, salvífico, integrado en el acontecimiento total de la salvación. No es posible captarla más que en síntesis, en esa integración. Pues bien, Dios salva en cuanto Dios, en cuanto creador, origen de las cosas en su ser. Salva creando y crea llamando progresivamente a una plenitud de ser, la que existe en el Cristo glorioso.
 
Ya la primera creación es según el pensamiento bíblico un gran acto salvífico. El mundo nace al principio en una etapa de imperfección: su plenitud no está al comienzo de la historia, sino al final de la misma... La creación se salvará en su cima de creación en Cristo, que es su plenitud final. El cielo se construye mediante la consumación en Jesucristo de lo que fue terreno...
 
De esta forma Dios salva creando y transformando lo que ha creado y lo transforma supercreándolo. Por consiguiente, nada queda aniquilado cuando llega la salvación; todo queda salvado, por el hecho de que todo queda enriquecido, sobrecargado de ser. La salvación es un cumplimiento en el sentido escriturístico de la palabra: el despliegue completo de una realidad, en la superación total de lo que ella misma fue al principio...
 
También la eucaristía es pascual. La consagración es una pascua para el pan y para el vino, que no sufren ninguna pérdida, sino que pasan a su perfección suprema, totalmente inesperada. Son asumidos plenamente en la plenitud de Cristo, en la que ya tenían su consistencia...
 
Toda eucaristía es 'una misa sobre el mundo', que se celebra e la cima de su simbolismo cósmico. Los símbolos creados por Dios son reales, su significación no se sobreañade a la verdad de las cosas. En el sacramento Dios lleva este realismo hasta el extremo; el signo queda preñado de toda la presencia significada. la eucaristía demuestra que la encarnación se despliega hasta en el mismo mundo material" (DURRWELL, F.X., La eucaristía, sacramento pascual, Salamanca 1986, 2ª ed., p. 88).