Alguna vez habrá que preguntárselo. Digo yo. Parar y pensarlo. ¿Para qué estoy yo en este mundo? Así, de pronto, se queda uno como muy quieto, incluso asustado, o lelo, o con cierta tentación escapista. Cuesta ser sincero, salir de los acostumbrados espejismos. La pregunta se las trae, lo reconozco. ¿Qué decir? ¿Qué pensar? De la mayoría de las cosas estamos hartos. Cosas superficiales y frívolas que nos dejan como estábamos. O peor. Cosas que al poco tiempo olvidamos en el frenesí de una vida demasiado insustancial. Afrontemos la realidad: ¿Qué he hecho hasta ahora que merezca la pena? ¿Soy feliz? (No, no se trata de ese folgar y darnos el gusto en todo, o de esa vanidad boba que nos embota el alma). Feliz feliz, digo, no el paripé acostumbrado. ¿Los demás nos importan? ¿A qué aspiramos, en definitiva? ¿A que nos toque la lotería, a dar un pelotazo, a encaramarnos en la buena vida? ¿Y qué es la buena vida? ¿Bregar por ser bueno o el propio placer narcisista? ¿Qué es la vida para nosotros? ¿Qué significa? ¿Nos dejamos llevar hacia lo que hace o dice una supuesta mayoría? ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Para morir con las manos vacías? ¿Para huir del dolor y de todo lo que signifique esfuerzo? Hay que apostar fuerte. Venga, ¿quién se atreve? ¿Para amar y ser amados? Suena consistente. ¿Para qué más? ¿Para comprometerse con la verdad y la justicia? Vamos bien. ¿Para ayudar a los más necesitados? Bien, bien. ¿Para soñar metas altas? Me gusta. ¿Para trabajar con perfección por un bien mayor? Entonces ¿por qué cunde tanto el desamor y la injusticia? ¿Por qué se nos hace tan difícil el compromiso del corazón y nos conformamos con la medianía, la chapuza y la desidia (esa comodidad que nos cercena de raíz los sueños)? Creo que merece la pena parar un poco, reflexionarlo, preguntarnos sobre qué queremos que sea nuestra vida y lo que realmente es. Aprender a respirar con el alma en definitiva y trascender así la inopia. Puede que en algún momento -da igual que sea a última hora- descubramos que estamos en este mundo para ser santos.