Año del Señor 2019
20 de octubre
 
Hola, buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
                                                        
¡UN ANILLO FEO Y SIN BRILLO!
 
Un día por semana, alrededor de una hora, hacemos Sión y yo trabajo de archivo. Estos conventos tan antiguos tienen muchas cosas que ordenar e inventariar, informatizando. ¡Es un trabajo apasionante para aquel que le gusten los descubrimientos y sorpresas!
 
El otro día apareció, entre las “cosas raras”, un anillo estrecho y feo. Ni es de oro, ni de plata… Es una alianza, pero está muy estropeada. Como en ese momento no la podía llevar al archivo, me la coloqué en el dedo de la mano contraria a donde están aposentadas siempre mi alianza de la Profesión, de oro, y un anillo-rosario de plata, muy reluciente…
 
Mirándome las dos manos, la derecha es “la rica”, mientras que la mano izquierda, es “la pobre”: no luce más que un anillo sin brillo ni belleza… ¡Y el caso es que, en el archivo, guardo varios anillos similares!… Pienso que, cuando nuestras hermanas antiguas comenzaron a usar en su Profesión una alianza, no estaban los tiempos para oro o plata, sino para metales sin valor y con poco brillo…
 
Este hecho me ha llevado de la mano, en la oración, a algo muy importante de la Palabra de Dios: “Dios no mira como los hombres, que ven la apariencia, Dios mira el corazón”.
 
¡Una cosa tan insignificante y hasta fea, que no deleita en absoluto la vista, encierra en sí algo tan grande como es el simbolismo, que una consagración a Dios, representa!...
 
La entrega a Dios de todo lo que se es y se tiene, es lo más grande que el hombre puede ofrecer al Señor, su Creador y su Dios. Esto es sublime y raya en lo sobrenatural, por eso es digno solo de Dios…
 
Igual Jesús, el Verbo de Dios, que “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”… Y tantas cosas más del extremo de su Amor al hombre, que todos sabemos: ¡no hay más que mirar a Jesús en la cruz!… Él apareció a nuestros ojos “sin belleza, sin figura”, como algo despreciable… Y sin embargo, en este máximo anonadamiento, estaba realizando lo más sublime que Dios pudo hacer por su criatura…
 
Cuando miramos a veces a nuestros hermanos, los más miserables, no vemos más que su apariencia “ante quién se vuelve el rostro”, pero Jesús, nunca miró así: “Lo que hicisteis a uno de estos, mis humildes hermanos, a mí me lo habéis hecho”… ¡Qué acto tan divino y trascendente está en nuestras manos!…
 
Hoy el reto del amor es entregarme a ese hermano pobre que está cerca de mí y hacer con él lo que haría Cristo…
 
VIVE DE CRISTO
 
 
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¡Feliz día!
 
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