Una de mis películas favoritas sobre deportes y valores es Hoosiers. La cinta , basada en un hecho real, describe a la perfección la locura que hay por el baloncesto en un estado como Indiana y enseña cómo el equipo de un pequeño instituto de pueblo, Hickory, derrota a la poderosa escuela South Bend en la final del estado. Antes del partido decisivo, el padre de uno de los jugadores de Hickory, pastor en la escuela del pueblo, elige para motivar a los chicos el texto de David y Goliat…

Ya sé que es una opinión muy personal y que pocos compartiréis, pero a mí me gusta mucho más el baloncesto universitario de la liga NCAA que el profesional de la NBA. Los motivos son muchos, pero me gustaría destacar tres por encima de los demás:
  1. En el torneo final por el título de la NCAA, en el que participan 68 universidades, año tras año existe la oportunidad de que David, venza a Goliat, algo prácticamente imposible en la gran mayoría de las competiciones profesionales.
  2. Hay jugadores como Ryan Arcidiacono, base la Universidad de Vilanova, que, por sus características físicas, probablemente no triunfen en la NBA, pero merecen ejercer su capacidad de liderazgo sobre un equipo.
  3. Las instituciones católicas todavía utilizan, aunque no como lo hiciesen antaño, sus equipos deportivos, especialmente en el baloncesto, para ofrecer estudios, un futuro y formación a sus alumnos. Después, está claro, dependerá de ellos sacar provecho a la oportunidad recibida.

Estos tres motivos no se habían vivido de forma tan intensa desde 1985, último año en que ganó el título un institución católica, por cierto, Vilanova, la misma que esta vez. No es que la universidad situada en las afueras de Philadelphia fuera la cenicienta del torneo 2016, ya que había acabado la temporada entre las diez mejores del país, pero sí que tuvo que ganar a claros favoritos en los últimos tres partidos. En los octavos de final, Vilanova se deshizo con claridad del equipo número 1, Kansas, para clasificarse a la Final Four. Ya en Houston, sede de los encuentros definitivos, los Wildcats apabullaron a Oklahoma, realizando una excelente defensa sobre el mejor jugador de baloncesto universitario de la temporada, Buddy Hield. En la gran final, un lanzamiento muy lejano sobre la bocina de Kris Jenkins -un jugador que tendrá que buscarse la vida en Europa, pues no se considera apto para la NBA-, a pase del brillante Arcidiacono, rompió un empate a 74 para dar a Vilanova el triunfo sobre la poderosa y legendaria North Carolina, donde jugó en su etapa universitaria el gran Michael Jordan.

 

Todo Estados Unidos exultó de alegría con el triunfo del equipo débil. En la grada, las lágrimas bañaron los viejos ojos de Rollie Massimino, el entrenador que llevara a los Wildcats al título en 1985. El head coach actual de Vilanova, cuyo nombre, Jay Wirght, suena ya en las quinielas de varios equipos de la NBA ni se inmutó. En una reacción que muchos de sus colegas futboleros debieran imitar, el nuevo entrenador campeón no hizo un solo aspaviento y se limitó a ir a felicitar a su homónimo de North Carolina, Roy Williams.

Este último torneo de la NCAA ha dejado una huella imborrable, por su espectacular final y por el camino recorrido por los Wildcats, un equipo de los llamados pequeños, hasta alcanzar el título. Las enseñanzas que nos ha dejado esta temporada han sido enormes y son, sin lugar a dudas, ejemplo del programa educativo que diseñaron los monjes agustinos al fundar la Universidad de Vilanova en 1842.