UN ORATORIO TAMBIÉN PARA MAMÁS

Estoy haciendo la oración en el oratorio de  un centro de Educación Infantil al lado del colegio  de mis hijas y por la hora que es sólo nos encontramos aquí algunas mamás del cole, un par de trabajadoras del centro y yo, que aunque ya no soy madre del colegio, me reciben de mil amores siempre que vengo. No hay ningún papá porque es hora de oficina, pero a las horas de entrada y salida siempre se acercan unos cuantos a saludar al Dueño de casa, al Señor, a Jesús Eucaristía.

Hago lo que puedo por hablar con Él y tratar de escucharle pero como no me gusta sentarme en el primer banco sino más bien al final, cada vez que se abre la puerta la curiosidad me puede y miro a ver quién entra. Hoy todas las personas que van entrando son mamás de este colegio o del de al lado, el de las niñas, y lógicamente casi todas tienen hermanos en éste. Algunas de esas madres se han quedado unos minutos, sentadas o de rodillas ante el sagrario. Me ha llamado la atención que no parecían tener prisa por irse, que se sentían relajadas, a gusto, como yo misma.

Y es que es verdad, ¡qué a gusto vienen a este oratorio las mamás con sus niños pequeños! Los carritos con las bolsas de los bebés colgadas que parece que van a reventar, los bebés, los sonajeros, los chupetes, ¡todo incluido! Y los demás aquí presentes no nos molestamos con la “música ambiental”, nos parece lo más normal del mundo porque la tenemos  tan asimilada a nuestra propia vida que casi ni la oímos. Y si Jesús de Nazaret dijo “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo estorbéis (…)” Mc 10,1316, Mt 19,1315, no debería estorbarnos a los cristianos que los padres y madres acudieran a la iglesia con sus hijos pequeños.

Pero volviendo al oratorio del colegio y a las mamás, ellas quieren rezar delante de Jesús Eucaristía porque, igual que no es lo mismo ver al Real Madrid en el Bernabéu que verlo por la tele por muy de plasma que sea y muchas pulgadas y Dolby Surround que tenga, no tiene ni punto de comparación hacer oración en el cuarto de estar de tu casa que hacerla con el mismo Cristo delante de ti, mirándote a los ojos y hablándote directamente al corazón. ¡Amos anda, igualito, no me jorobes!

Por eso me fastidia que haya gente mayor que me mira mal cuando voy a misa con mis hijos pequeños, que a veces enredan o se ponen a jugar, incluso en alguna ocasión me han llamado la atención y me daban ganas de decir: ¡Pero si a Jesús le encantan los niños, oiga, que está escrito en los evangelios!

Y las mamás necesitamos a Jesús porque a veces estamos muy cansadas física y/o mentalmente, con agobios o preocupaciones o simplemente con mil cosas en la cabeza y si no estamos llenas de Él, como somos humanas y no superwomen como nos hacen parecer en los anuncios de la tele, podemos pegar un grito a un niño o al marido (que seguramente está tan cansado como nosotras o más) y ellos no se merecen eso. Y lo que esperan de nosotras es una sonrisa como un sol y no una cara de vinagre.

Necesitamos rezar a gusto, que Jesús desde el sagrario nos llene con su gracia, con su luz, con su amor y su paz para que nos lo llevemos todo a nuestra casa y la convirtamos en La Casa de Nazaret.