Hoy, en nuestros países desarrollados, esta obra de misericordia se nos muestra especialmente difícil. La moda en el vestir es uno de los motores de la economía. Gran parte de los comercios de nuestras ciudades están dedicados a la venta de ropa. Incluso famosas firmas de ropa se hacen la competencia con distintos comercios cercanos.
   Desde que nuestros primeros padres prefirieron una fruta sabrosa a vivir bajo la mirada del Padre Dios, el vestido y el calzado se han convertido en una carrera de competencia. Unas amplias hojas cubrieron su desnudez física. Su desnudez interior quedó siempre a la intemperie.
    La dignidad humana requiere vestirse adecuadamente. Es dignificarse como persona. Encontramos personas mal vestidas, por abandono o por carecer de abrigo.
   Hasta hace unos meses en nuestra Parroquia se recogía ropa. No os hacéis idea de la cantidad de prendas que nos dejaban. Dos veces por semana una empresa se llevaba lo recogido.
   Estoy usando un jersey: “Tommy-Hilfiger-Denim. Me ha abrigado varios inviernos y lo que rondaré morena. Las personas que me conocen comentan que es una gran marca. Yo me sonrío. La dejaron nueva en las bolsas de ropa para tirar. Cáritas abastecía del depósito a los más necesitados.
   El actual consumo incontrolado parece una enfermedad. La moda se impone por encima de cualquier reflexión. Y como se ha acomodado a las estaciones del año, el movimiento económico resultante es increíble. El viejo refrán: