Cartas de un cura (7): La secularidad

            Nuestro sacerdote, ya amigo del que va leyendo estas históricas cartas, desde el principio observamos que veía con claridad lo que quería ser: sacerdote secular, al servicio de Dios y de los hombres en una diócesis concreta. Y es curioso que él se plantee un tema que siempre está de actualidad en todos los estudios sobre el sacerdocio. Estas son sus pensamientos:

            Mi vocación nació junto a un sacerdote que Dios había enviado a nuestro pueblo. Admiraba esa entrega generosa y sacrificada. Había renunciado al calor de la familia y vivía en un pueblo que no era el suyo, rodeado de familias que no eran las suyas. He pensado en la oración sobre este punto crucial de la vocación sacerdotal. Y he llegado a la conclusión de que cuando un día me ordene, si Dios quiere, mi pueblo es el Pueblo de Dios, mi familia son todas las familias encomendadas a mi ministerio. Posiblemente me llamarán padre, y yo llamaré a todos hermanos e hijos. Y este pensamiento que me venía en la oración, y que iba consolidando en mi formación, me llenaba de ilusión y alegría.

            Me alegra mucho que este sacerdote trate este tema tan crucial en sus cartas. Observo que, a pesar de su juventud, tenía las ideas muy claras. El quería ser sacerdote de Jesucristo para los demás. Es decir, los sacerdotes  no nos pertenecemos, estamos como expropiados de nosotros mismos para que sea el Señor quien tome posesión de nuestra persona, y los hombres y mujeres, los niños y los ancianos, sepan que en nosotros hay algo, todo diría yo, que es de ellos.

            Leo lo que dice Ramiro Pellitero en su libro “Sacerdotes seculares hoy” comentando algunas afirmaciones de Gustave Thils: Estamos en el mundo, debemos vivir en él y en él queremos permanecer. Pero no somos del mundo… El sacerdote debe atender a las condiciones necesarias para el desarrollo de la gracia en los fieles, según las medidas del mundo… El clero diocesano debe estar insertado en la comunidad universal no sólo a través de la Misa y el rezo de las Horas, sino existencialmente…”. Pero siempre con mentalidad laical, evitando el clericalismo que haría del sacerdote un manipulador de las conciencias y vocación específica de los laicos.

            Evidentemente el autor de las cartas no está todavía en condiciones de profundizar en la teología del sacerdocio, pero observamos que goza de una claridad precoz, que irá desarrollando con el paso del tiempo y los estudios teológicos. En la actualidad los sacerdotes, y los que se forman en los Seminarios, disponemos de un material abundante sobre el tema. San Juan Pablo II publicó documentos muy importantes que tendremos lugar de comentar al hilo de estas cartas. El Papa Benedicto XVI nos dejó abundantes lecciones magistrales sobre la esencia del sacerdocio. Y no digamos la constante insistencia del Papa Francisco para que seamos servidores misericordiosos de los hombres y mujeres de hoy, acosados por todas partes de ideologías y problemas. Se ha hecho famosa  esta expresión del Papa: Los pastores tienen que oler a ovejas. Aunque no sea una afirmación muy académica, sí que es muy práctica, muy intuitiva, que se entiende perfectamente. Los sacerdotes debemos estar con el rebaño que se nos ha encomendado. El buen pastor conoce a sus ovejas, y las ovejas conocen la voz del buen pastor.

            Agradecemos a nuestro querido sacerdote, autor de esta  carta, la ocasión que nos ha brindado para hacer el presenta comentario. Seguro que la siguiente carta nos abrirá otras perspectivas para profundizar en un tema de tanto interés para la Iglesia.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com