Conforta saber que en 25 años el hambre el mundo se ha reducido para 216 millones de habitantes. Tres millones cien mil niños mata el hambre en un año. En países como Haití o Zambia la mitad de su población pasa hambre.
   Ante las dimensiones mundiales del problema que superan, incluso a los políticos de turno, no podemos quedarnos indiferentes. Siempre podemos hacer algo.
   Los que vivimos en pueblos pequeños algunas etapas de nuestra vida, recordamos las situaciones dolorosas de de algunas familias. Tenían que pedir limosna. También la generosidad con que eran socorridas. Un trozo de pan era una bendición para ellas.
   Hoy, en una vida ciudadana, la atención a los pobres debe estar organizada. La picaresca también lo está. No deben descartarse los socorros puntuales; no deben ser la norma.
   Las palabras de Jesús son terminantes: “Tuve hambre y me disteis de comer”. (Mt 25, 35) Las posibilidades de cada uno no son matemáticas. La debemos medir con generosidad.
   Mensualmente, acostumbro visitar un comedor de pobres en el Sur de Madrid. Diariamente, salvo domingos, se reparten entre 300 y 400 comidas. Después del desayuno abundante, se llevan una bolsa repleta de comida para el día. Quiero hacer un canto de agradecimiento para las personas que iniciaron este comedor. También para las empresas, asociaciones, particulares que dan esta cantidad de alimentos. Muchas veces también dinero, participan en la lotería que organizan en Navidad etc. Con estos euros se se pueden comprar alimentos para niños, pagar habitaciones para que la gente ni duerma en la calle, etc. 
   Sobre todo un canto, de corazón, a los voluntarios que han hecho posible que esta obra lleve funcionando más de 20 años. Participan conductores para buscar los alimentos; personal de cocina, controladores de la documentación y tarjetas que exige la Comunidad Europea y el Banco de alimentos, administradores del dinero entregado. De verdad, una maravilla. Y luego los voluntarios que cada día colocan las tazas, distribuyen la comida en las mesas. Limpian las mesas del primer turno, para volver a empezar. Los sábados acuden chicos y chicas de varios Colegios.
   En nuestra sociedad podemos poner al servicio de los necesitados otras posibilidades que tenemos en nuestras manos: Conocimientos, experiencia profesional, cualidades concretas. Incluso fuerza física. Hay que mover pesos. Es bueno tomar contacto con  Grupos de Cáritas o Comedores.
   El alimento corporal no sería suficiente. El mismo Jesús que dijo: “Tuve hambre y me disteis de comer, dijo también: “No solo de pan vive el hombre”. (Mt 4, 4) Es cierto que las necesidades inmediatas no pueden aguardar a mañana. Atender solo a lo material no puede saciar aun creyente en Jesús. Una ONG nos puede suplir.
   El Profeta Amós que fustiga duramente  a los que pisotean al pobre dice también: “Viene días-oráculo del Señor Dios- en que enviaré hambre al país: no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar las palabras del señor”. (Am 8, 11)
  En este punto tenemos un campo amplio de trabajo, tanto a nivel personal como educacional. Porque la incoherencia en que vivimos nos hace malas pasadas. Podemos acudir a una manifestación sobre el hambre y tomar una merendola en bar más próximo. Preparar un amplio bocadillo para los hijos y terminar la mitad en la papelera del colegio. Hablar del hambre y quejarme de que una comida está fría o caliente. Sin hábitos de austeridad reales, no es fácil entrar en el fondo del problema. En una sociedad de consumo debemos controlar los gastos innecesarios, aunque sea en rebajas.
   “Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás. Algo que Dios Padre no hace jamás.; no nos interesan sus problemas, ni las injusticias que padecen. Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia”. Papa Francisco