Constituye el eje central de la estrategia del principal partido de la oposición española, el de que gran parte de los movimientos que lleva a cabo el Gobierno y el partido que lo sostiene son sólo maniobras de distracción, cortinas de humo según gusta de llamarlas, para desviar la atención del único problema real que tiene nuestra sociedad, a saber, la crisis económica. Y mientras de acuerdo con tal estrategia evita entrar a debatir las mismas, el Gobierno continúa de manera inexorable con la suya, que no es otra que la implementación del plan global de ingeniería social con el que pretende transformar la sociedad destruyendo los ejes sobre los cuales bascula, entre otros la familia.
 
            La ley del aborto que próximamente será llevado a las Cortes para su tramitación parlamentaria, es uno de los pilares del mencionado plan. No es el primero: en la anterior legislatura, particularmente fructífera a los efectos, le precedieron la Ley orgánica de enseñanza, la asignatura de la Educación para la ciudadanía, la Ley de identidad de género, la transmutación del matrimonio para aplicarlo a personas del mismo sexo, el divorcio express, la llamada Ley de memoria histórica, el Estatuto de Cataluña y la avalancha de estatutos elaborados a su rebufo, el apoyo a la producción cinematográfica adepta, etc.. Y tampoco será el último: en preparación se hallan la nueva ley de cultos, de lo que es un anticipo la ley catalana sobre el mismo tema, y la regulación de la eutanasia, guerra que ya ha librado sus primeras batallas con los experimentos del Severo Ochoa y la Ley andaluza de muerte digna. La guinda al plan bien podría ponerla la regulación, y hasta la penalización, de la objeción de conciencia.
 
            No menos importante dentro del proyecto social del Gobierno, el plan para convertir la sociedad española en una sociedad subsidiada, en la que un porcentaje elevado de sus miembros, suficientemente amplia como para mantener al partido del Gobierno en el poder, viva de los subsidios otorgados desde éste a costa del esfuerzo de los que sostienen el sistema, algo de lo que ha advertido el importante filósofo español, no precisamente derechista, Gustavo Bueno. Lo que explicaría la obstinación del Presidente Zapatero en no tomar más medida contra la crisis, que se presenta en dicho sentido como excelente oportunidad política, que la de subsidiar parados.
 
            Haría bien el principal partido de la oposición en percatarse de esta realidad, porque de la certera observación de la situación española, la conclusión que se obtiene es la de que cada vez que rehúye entrar en los temas de fondo presentados por el Gobierno con la excusa de que sólo se trata de cortinas de humo, es él el que anda confundido en una verdadera humareda que le lleva a hablar machaconamente de crisis, crisis y más crisis, mientras el Gobierno ejecuta inexorable cada paso de su plan E de ingeniería social.
 
            Las próximas elecciones nacionales de 2012 –por más que se ilusione la oposición, no ocurrirán antes- representarán la última ocasión de enderezar la situación, pero si entonces no se produce un cambio de Gobierno que con toda determinación propicie un giro copernicano en los nefastos cambios sociales operados, la transformación adquirirá cotas de irreversibilidad, haciendo bueno al bueno de Burke, D. Edmundo, cuando afirmaba que para que el mal triunfe, apenas es necesario que los buenos no hagan nada.