Comentarios a la Carta circular de la CIVCSVA dirigida a los consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la Vida Consagrada

(Palabras del Magisterio del Papa Francisco)

La cuestión es seguir a Cristo y más siendo religiosos y religiosas. Todo cristiano está llamado a seguir a Cristo, pero nosotros más. Y en ese seguimiento de Cristo, si de verdad le seguimos comprometidamente y coherentemente, arrastraremos con nosotros a un montón de personas. No vamos solos siguiendo a Cristo, no vamos a salvarnos solos. Si mi seguimiento de Cristo es coherente... esto es como un imán, por atracción me seguirán otros siguiendo a Cristo, ¿no?

Estamos llamadas a un seguimiento profético. Y el profeta es aquel que tiene un mensaje de Dios. Y ¡nosotras lo tenemos!

Nosotras en concreto, esta comunidad, tiene un mensaje de Dios, y tiene obligación de anunciarlo, de proclamarlo, de gritarlo. Toda nuestra vida, todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos -incluso nuestro descanso nocturno- tiene que ser un grito profético que despierte al mundo, que saque a la gente del aplatanamiento, que les espabile... hasta el punto de que ese grito pueda llegar a resucitar a un muerto, no solamente despertar a un atontado. Nuestra vida, el grito profético de nuestra vida, tiene que sacudir de tal modo al mundo que los atontados espabilen, despierten, y los muertos resuciten.

Y nuestra oración más repetida, una de las más repetidas, tiene que ser la de Marta: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Hay que ponerse delante de Dios y pedir de esa manera, ¿no?: “Si hubieras estado aquí, Señor, no habría muerto mi hermano”. Y, a base de pedir... conmover y sacudir el mundo y sacudir las Entrañas de Jesús.

Y para ser grito profético, lo primero -¡lógico, de cajón!- es estar nosotras despiertas… ¡Cosa que no siempre sucede!... No estar muertas, estar llenas de vida, de fuerza... ¡Tú no puedes dar lo que no tienes, tú no puedes transmitir vida si estás muerta! ¡Llena de vida, de fuerza, de empuje, de deseos...! Luego... nos saldrán las cosas como salgan, pero por lo menos el deseo, la intención, las ganas... tenemos que tenerlas. Y estar despiertas, alertas, espabiladas, no instaladas, no dormidas. Por esto es necesaria la
radicalidad. Tenemos que prescindir de interpretaciones diluidas, de interpretaciones “light” del Evangelio.

- No, es que el Evangelio dice “a todo el que te pide, dale” (Mt 5, 42).

- Bueno, sí... pero eso hay tiene que interpretarlo…

- ¡No! “Al que te pide, dale. Y al que te pida la túnica, dale también el manto. Y al que pega un bofetón, poner el otro lado de la cara, para que te dé otro” (Mt 5, 39b-40). Y cuando ya no te quede cara… pues no sé… Esperemos que, cuando a ti no te quede cara, al otro no le quede mano ¿no?...

Pero no hay que interpretarlo tanto, que ya cansan... el Evangelio hay que vivirlo con radicalidad. Y el problema es que muchas veces en la Vida Consagrada no se vive, porque... “hay que interpretarlo”. Mirad: las interpretaciones para los exegetas están muy bien. ¡Es  su trabajo y lo hacen fenomenal! Pero para vivir... no hay que interpretar ¡hay que vivir!

“¡Amad a vuestros enemigos!” (Mt 5, 44) ¡No hay interpretación! Tienes que hacer un esfuerzo para amar a esa persona, que es tu adversario, que te está mortificando, que te está haciendo sufrir, que te está… No hay que interpretarlo, ¡hay que amarla! ¡Punto! ¡Ya!

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga…” (Mc 8, 34)

-Pues, espera, que hay que interpretarlo…

-¡Que no! ¡¡Niégate!! O sea: ¡no hagas lo que tú quieres hacer! Y carga con eso que te cuesta, que te mortifica, que te hace sufrir y vete con Jesús. ¡No hay que interpretarlo!

-Ah, ¿no?

- ¡No!

Lo de que hay que interpretar el Evangelio es una excusa burda… más o menos refinada, de los mediocres. Los santos no han interpretado el Evangelio: ¡lo han vivido! Y solamente así se puede ser profeta y solamente así se puede ser santo: ¡viviendo el Evangelio! Interpretándolo... puede ser que llegues a ser una buen exegeta, pero santo no vas a ser, porque el Evangelio no está para que lo interpretemos, sino para que lo vivamos. Jesús no dijo que interpretáramos el Evangelio, sino que viviéramos: “¡Id! ¡Haced! ¡Vivid!”

- “Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos” (Mt 10, 16).

-¿Cómo interpretamos eso?

- ¡Que no hay que interpretar! Tú sales y te sacuden y ya está, sin interpretación ninguna. Es que es real, ¿no?

Lo de las interpretaciones del Evangelio es una de las cosas que llevo muy mal; porque, cuando intentas vivir el Evangelio, te miran como si fueras rara, y yo digo: “No, a ver: los raros sois vosotros, que decís una cosa y luego hacéis otra.” Es muy triste que, porque una persona intente ser coherente con lo que dice el Evangelio y lo que profesa cuanto dice el Credo, sea considerada rara, excepcional... ¡No! Esforzarnos por ser coherentes tendría que ser habitual. Lo excepcional tendría que ser lo otro.

Entonces... en ese sentido, tenemos que ser muy raras, porque tenemos que ser muy evangélicas, muy radicales. Y no solamente hacer lo que el Evangelio dice, sino ver el Evangelio, contemplar el Evangelio e imitar la vida, la conducta, las actitudes de Jesús que están ahí reflejadas en el Evangelio. El Evangelio es noticia no solo por el mensaje, por las palabras de Jesús. El Evangelio es un retrato, un modo de vivir -que es el de Jesús- y esa es la gran Buena Noticia: que nosotros queremos vivir como Él. Y por eso vivo los consejos evangélicos, y por eso estoy en la Vida Consagrada, porque me he comprometido de manera especial a vivir la radicalidad del Evangelio.

Seguimos con el Documento. Dice el Papa en Evangelii Gaudium: “En la limitación de la condición humana, en el afán cotidiano, los consagrados y consagradas vivimos la fidelidad dando razón de nuestra alegría, siendo testimonio luminoso, anuncio eficaz, compañía y cercanía para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo que buscan la Iglesia como una casa paterna…” “Estas palabras del Papa son una invitación a renunciar -¡esto es muy importante!- a los razonamientos institucionales y a las justificaciones personales, una palabra provocativa que cuestiona nuestro vivir a veces adormecido…”

“Esta Carta… –Alegraos, es una carta de la Congregación par los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica- recogiendo varios aspectos del magisterio pontificio, de magisterio ordinario del Para Francisco-  "responde a esta invitación del Papa y quiere iniciar una reflexión compartida, que permita una confrontación real y leal –dentro de la lealtad, de la autenticidad- entre el Evangelio y nuestra vida.” Hay que coger el Evangelio, hay que coger mi vida y ponerlos de frente, y confrontarlos y mirarlos, y atrevernos a mirar nuestra vida en el Evangelio.

“Esto abre la puerta a un itinerario común, a la reflexión personal, fraterna, de instituto -de comunidad- con el deseo de atreverse a tomar decisiones evangélicas con frutos de renovación, fecundos en la alegría: ‘La primacía de Dios es plenitud de sentido y de alegría –decía Juan Pablo II en Vita Consecrata- para la existencia humana, porque el hombre ha sido hecho para Dios y su corazón estará inquieto hasta que descanse en Él.’”