Acabo de adquirir varios ejemplares de una revista italiana que recoge no solo noticias de la Guerra Civil española sino también episodios de nuestra persecución religiosa. Se trata de "Il Mattino Illustrato". Fue la primera revista italiana en huecograbado y apareció en 1924. Las nuevas tecnologías tipográficas consiguieron unir la fotografía en color a las noticias de la época. Después de veinte años a la venta, desapareció al concluir la Segunda Guerra Mundial. La idea fue de Antonio Scarfoglio, primogénito del fundador de "Il Mattino".

En el otoño de 1936, Alvaro Giordano diseña esta composición. No aparece el nombre del mártir. El pie de foto sólo afirma que era profesor del Seminario de Toledo: se trata del beato Guillermo Plaza Hernández. Os adjunto al final del post varias entradas para que conozcáis todo el relato. Este caso, como tantos otros de nuestro martirologio, define lo que de verdad es un mártir.
 
Amad a vuestros enemigos

Argés, a 9 km de la ciudad Imperial. Tras ser detenido, don Guillermo Plaza ha pedido despedirse de su madre en Yuncos. No le han dejado; sin embargo, la providencia de Dios hace que madre e hijo se encuentren en el cielo, pues la madre muere el mismo día del martirio de su hijo. La madre no ha soportado el sufrimiento de estos días…

El Beato Guillermo Plaza solo preguntó quién le iba a matar, para besarle la mano, como signo de perdón y para agradecerle el gran beneficio que, sin saberlo, le hacía por medio del martirio.

La esposa del guardia civil Manuel Barrera presenció desde muy cerca toda la escena del martirio de este Beato, y dice que “éste, unos instantes antes de ser fusilado, preguntó quién era el que iba a dispararle y manifestó deseos de besarle la mano en señal de perdón, mas los milicianos dispararon inmediatamente contra él sus fusiles con verdadera saña, dejándole materialmente acribillado a balazos”.

Según confesión de los tres milicianos, que se declararon miembros del pelotón de ejecución, “del momento de la ejecución me dijo uno de los milicianos que don Guillermo había sacado un Cristo, o sea, un crucifijo, y preguntó quién de ellos iba a dispararle para besarle la mano, y después se puso de rodillas y les dio la bendición con el crucifijo, sin que pudiera terminar de dársela, porque dispararon sobre él todos los componentes del grupo”.

 
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