Desde hace un tiempo se habla del efecto mariposa en diversos campos científicos, sobre todo en el meteorológico. Es un concepto que hace referencia a la noción de sensibilidad a las condiciones iniciales dentro del marco de la Teoría del Caos.

La figura que se emplea esta basada, aproximadamente, en la presunción de que el batir de las alas de una mariposa situada en las antípodas puede ser la causa desencadenante de una sucesión de reacciones entrelazadas que desemboquen en una tormenta en algún lugar de nuestro hemisferio.

Si en ciencia este efecto es hipótesis o no cierta está todavía por probar, pero donde es seguro que se produce, sea la denominación y la figura literaria afortunada o no, es en el campo moral, político y social.

El refranero español, con menos sofisticación pero de forma más directa y clara lo plasma con el siguiente aserto: "aquellos polvos trajeron estos lodos".

Es decir, todos los acontecimientos negativos que padece la actual sociedad no son resultado de la fatalidad, sino que tienen unas causas y unos responsables legislativos y políticos con unos nombres y apellidos.


Algunos temas, que podemos repasar nos pueden servir de ejemplos prácticos a esta tesis:

Ante estas desventuras, cuyas causas se denunciaron muchas veces en su momento, la clase política se rasga las vestiduras hipócritamente y nos invitan a sufrirlas con resignación, como si fueran fruto del fortuna, intentando evitar que se busquen las causas.

Pero en el momento que los efectos de estas acciones políticas y legislativas tienen repercusiones negativas sobre la economía, la calidad de vida, la salud, incluso la vida y muerte de los ciudadanos, en este caso súbditos, a los que estas acciones afectan de forma ineludible, insalvable y obligatoria, sus autores debieran responder de sus responsabilidades y de las consecuencias de sus acciones y omisiones.

Y no solo con responsabilidad política (que en general tampoco lo hacen) sino de forma civil y penal, con su patrimonio y con penas de prisión.

Estas constataciones no deben de ser causa de pesimismo sino motivo de alerta para advertir sobre la importancia de las denuncias y planteamientos de objeciones que se hacen sobre muchos temas que hoy parecen secundarios y no significativos pero que tienen repercusiones fundamentales para nuestro futuro.

Si el día de mañana nos tenemos que lamentar de nuevas barbaridades, junto con sus autores, también nosotros seremos por omisión culpables de ellas si no nos hemos movilizado para evitarlas, o cuando menos hemos cambiado el voto a los partidos responsables.

 


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