En la serie que venimos dedicando en esta columna a los mantras del momento, (bien recientemente pudimos analizar el que sostiene que la pobreza produce terrorismo, o el que afirma que el arte es provocación, o el que asegura que vivimos en una sociedad más tolerante que ninguna otra anteriormente), definidos como todas aquellas majaderías como todos repetimos al unísono a pesar de carecer de sentido alguno, al único objeto de que el Hermano Mayor de la Cofradía del Borrego Feliz nos permita acogernos a los beneficios que otorga la pertenencia a ella, vamos hoy a analizar otro no menos recurrente: el que repite cansinamente que la solución de todas las cosas se halla en pactar, en obtener un pacto entre las partes discrepantes.
 
            Se habla de un pacto referido al terrorismo, se habla de un pacto referido al estado, se habla de un pacto referido a la educación y tantos otros, y parece que si se produce el pacto, como por arte de magia y de manera inexorable, obtendremos también la solución. ¿Pero se han fijado Vds. de que cada vez que se nos habla de buscar y conseguir ese pacto, nada se nos dice ni nadie nos informa sobre su contenido? Y digo yo, ¿de qué sirve un pacto cuyo contenido no es bueno? O dicho de otra manera ¿no será mejor una solución no pactada que dé buenos resultados, que otra sí pactada que no los dé? ¿Será mejor que todos los médicos del mundo pacten ponerme una inyección y mandarme al otro barrio que encontrar uno solo capaz de curarme aunque los demás no tengan ni idea de cómo hacerlo? ¿Es que, por poner sólo un ejemplo, los niños españoles estarían mejor educados si la pésima ley de educación española vigente (no más mala que las anteriores) en vez de haberla aprobado un solo partido la hubieran aprobado todos?
 
            Que el pacto es siempre un buen camino no lo puede dudar nadie, lo que el pacto, por desgracia, no es siempre, es un buen destino. Y de nada le sirve transitar por el mejor camino al que, como la paloma de Alberti, por querer ir al norte fue al sur. Porque si de ir al norte es de lo que se trata, siempre será mejor el camino malo que lleva al norte que el mejor camino de los que lleva al sur.
 
            El problema de la educación en España, como el de la unidad de los españoles, como el del terrorismo nacional o internacional, como cualquier otro, no requiere de buenos pactos, requiere de buenas soluciones. Si éstas llegan de la mano de aquéllos (cosa que por demás, se antoja complicado en un país de caínes incapaces de ponerse de acuerdo ni sobre quiénes somos), miel sobre hojuelas. Pero si aquéllos llegan sin proporcionar éstas, seguiremos igual que estábamos. O para decir toda la verdad, peor aún, pues no existe peor solución que aquella que sin serlo, produce encima la algarabía de todos.
 
            Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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