Así narra Enrique Sánchez Lubián lo que sucedió (y él público en «ABC» el 1 de julio de 2019):

Gran revuelo nacional se montó durante varias semanas de 1931 a cuento de unas supuestas apariciones de la Virgen María en un olivar próximo a la localidad de Guadamur.

«Todo comenzó en la tarde del 26 de agosto. Consuelo Villamor y su hermana, hijas de un médico de la localidad, salieron de paseo junto a una amiga, Josefina Escribano. Cuando el sol comenzaba a declinar, al pasar junto a un olivar, a unos dos kilómetros del pueblo, al lado de una huerta conocida con el nombre de «Los Muchachos», vieron entre los árboles una extraña aparición, que identificaron con una bellísima dama enlutada que se desplazaba sin tocar el suelo. Llevaba las manos «amorosamente» cruzadas sobre el pecho y su manto negro se fundía con las sombras. La figura irradiaba un halo luminoso. Las jóvenes, aterradas, corrieron al pueblo a relatar lo que les había sucedido.

Al día siguiente, los visionarios fueron un grupo de muchachos que regresaban a Guadamur tras haber dado un paseo en bicicleta. El «encuentro» tuvo lugar en mitad de un camino y uno de ellos, Benjamín Alonso, de catorce años, hubo de emplearse a fondo con los frenos del velocípedo para no atropellar a la «mujer enlutada», quien ornaba su cabeza con una corona rodeada de oscilantes lucecitas a modo de estrellas.

No tardó en correrse la voz por la localidad y cientos de vecinos se congregaron en el olivar. Aunque la mayoría de ellos no vio nada, unos cuantos sí aseguraban percibir la extraña visión, que, a decir de estos, se asemejaba a una imagen de Nuestra Señora de la Soledad. En el lugar se hizo presente una pareja de la Guardia Civil, esforzándose en realizar un reconocimiento exhaustivo del olivar cada vez que alguno de los presentes exclamaba «¡la veo, la veo!», sin advertir ellos nada extraordinario.

Durante las semanas siguientes, la afluencia de curiosos a Guadamur fue masiva. Hubo días en que más de un millar de personas se congregaban en el olivar, orando juntos y esperando ver a la extraña dama enlutada, de extraordinaria belleza y cuyo rostro recordaba a algunos de los visionarios el de la Virgen de la Encarnación, que por entonces se veneraba en la iglesia parroquial. Solamente unos cuantos «privilegiados» la contemplaron».

Explica Sánchez Lubián que la noticia trascendió pronto al ámbito provincial, toda vez que aquel verano estaba siendo pródigo en supuestas apariciones marianas en diferentes lugares españoles: Ezquioga (Guipúzcoa), Espejo (Álava), Torralba de Aragón (Huesca) o Mendigorria (Navarra).