Pienso que no estará de más una reflexión sobre el tema de la religión en el programa escolar. Hay políticos que al tratar este tema, hablan de cultura en vez de religión. Que la fe ha influido en la cultura, es evidente; pero deslindemos los dos campos y no queramos invadir el campo religioso cambiándole el nombre.

Una cosa es saber de la cultura humana, cosa siempre buena y otra, formación religiosa. Punto fundamental para esta formación es la escuela, ya que la misión de ésta no es sólo enseñar, sino educar, por lo que no pueden los padres estar al margen ni desentenderse de la línea educativa que se les está dando a sus hijos en la escuela.

No podemos olvidar que los principales responsables de la línea educativa de las escuelas son los padres. No es quién el Estado ni la Iglesia para imponer algo que no es de su competencia sino que es derecho y competencia de los padres; derecho que la Iglesia y el Estado deben respetar.

Algunos ya van diciendo que, si salen elegidos, impondrán una enseñanza laica en todos los colegios; pero ¡cómo pueden decir eso! ¿Es que eso es competencia de un estado democrático, imponer por ley un tipo de formación? ¿No son los padres los responsables de la línea educativa de sus hijos? Habría que cambiar antes la Constitución ya que reconoce ese derecho de los padres.
 
El Estado tiene el deber de ayudar a los padres en la tarea educativa, no sustituirlos y, menos, marginarlos en cuanto a la selección de valores. El Estado que no respeta este derecho de los padres es absolutista y antidemocrático.
 
Es lógico que los padres cristianos inscriban a sus hijos en la clase de religión, ya que una correcta educación cristiana no puede prescindir de la fe ni de valores necesarios para la vida cristiana, y que no se pueden cambiar a placer por quienes dirigen la sociedad.

Tanto los padres cristianos como los no cristianos deben procurar que sus hijos tengan una formación conforme a sus propias creencias; ciertamente es imposible que cada alumno tenga su profesor de religión, sobre todo en zonas rurales; sin embargo si esto es imposible, todos tienen derecho a que se respete su conciencia y a que se les dé una formación en valores humanos reconocidos universalmente, como dignidad de la persona, del trabajo, moralidad y honradez, respeto a quienes no piensan como ellos, la promoción del bien común, en fin, a todo aquello que permite el progreso de la sociedad.
Somos conscientes de que muchas veces lo que son valores para unos son contravalores para otros; sin embargo hay unos valores en los que todos normalmente coincidimos. En primer lugar, los valores humanos que acabamos de señalar y que todos vemos positivos, aunque siempre hay quienes no están de acuerdo sobre cuestiones en las que todo el mundo lo está. Es lógico también que las autoridades cumplan con la Constitución; no han sido elegidos para hacer lo que quieran, de manera especial cuando el derecho de los padres está expresamente garantizado por la misma.

Me pregunto si no sería ya hora de que atendiese al bien común de toda la sociedad, respetando todos los valores y todas las libertades, e insisto una vez más, en las libertades de todos, católicos y no católicos, protestantes, judíos o musulmanes, creyentes o no creyentes; porque la razón es la misma: respeto a los derechos de los padres en la formación de sus hijos.

Y acabo diciendo que el laicismo es una opción; y no se puede obligar a todos a admitirla, algo así como se admite una fórmula matemática o química, válida para todos. Una educación laica no tiene por qué ser aceptada por todos los ciudadanos; es una manera de educar sin valores religiosos y morales. Pero  hay otra opción que es la educación moral y religiosa. ¿Con qué derecho puede optar el Estado por una educación laica o, mejor, laicista?

José Gea