No se puede ser católico y, al mismo tiempo, ofensivo al momento de comentar en los diferentes blogs y foros de opinión en materia religiosa. Ciertamente, a veces, el tono del artículo puede resultar ofensivo para la fe, al intentar minimizarla o ridiculizara; sin embargo, no hay que olvidar que “el que se enoja pierde”. Redactar de modo impulsivo, puede empeorar las cosas.

Vamos a un caso concreto. Cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos de América legalizó el matrimonio entre parejas del mismo sexo, muchas personas, movidas por sus convicciones religiosas, tomaron parte en discusiones virtuales, empleando un modo ofensivo, denigrante para aquellos que tienen una orientación homosexual. Evidentemente, como católicos, no podemos aprobar dicha resolución, porque nosotros creemos en la concepción natural del matrimonio entre un solo hombre y una sola mujer; sin embargo, flaco favor le hacemos a la Iglesia, insultando, en vez de argumentar. No se trata de callar, de ser buenistas o relativistas, sino de intervenir de modo asertivo, porque pisotear a las personas, utilizando adjetivos peyorativos, lejos de ayudar, empeora, pues deja una imagen distorsionada de lo que es la fe en realidad.

Hay que defender nuestra postura, pero no desde las faltas de respeto, sino a partir de la apologética. Dar razones, recordando que, en cualquier caso, se rechaza al pecado, pero nunca a la persona que lo comete, pues se trata de mejorar, de crecer y, por ende, llegar a la conversión. Seamos claros, firmes, capaces de interpelar, pero de buena manera, recordando que perder las formas, lo único que hace es darle la razón a los que buscan emprender campañas mediáticas que desprestigian a la Iglesia.

Comentar es bueno, necesario y, cuando se tiene la información adecuada, llega incluso a convertirse en un deber. Al hacerlo, hay que comunicar mejor lo que creemos, aquello que pensamos como católicos, sabiendo reconocer la dignidad de la persona humana. Nos toca decir la verdad, asumir cuestiones incómodas, pero desde un lenguaje claro y, al mismo tiempo, debidamente cuidado.