Año del Señor 2019
30 de noviembre 
 
Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
 
SUÉLTATE LOS CORDONES 
 
Por la noche me despertaba un constante dolor en un dedo del pie. Por la mañana no reparé a ver con calma qué había ocurrido. Como no me suelen dar muchos problemas, poco sé de pies; solo veía el dedo hinchado por la parte de arriba. 
 
Las monjas, sin verlo, denominaron lo que me ocurrió de mil maneras: callos, sabañones por el frío... y miles de soluciones: mételos en agua caliente, date crema...
 
Finalmente, se acercó a mí la Priora y vimos juntas el pie, parando, observando... y claramente se veía cómo, el zapato que llevaba, juntaba unos dedos con otros, llegando a deformarlos. ¿Qué hacía falta? ¡Soltar los cordones un poco!, dejar a los dedos moverse a sus anchas.
 
A veces miro así las meteduras de pata, sobre todo de mi pasado: momentos en los que debí amar más o de otra manera, momentos en los que debí actuar de otro modo... Miro hacia esos momentos y aprieto más y más los “cordones”; incluso he buscado reparar, pedir perdón a personas que he podido herir en distintos momentos, y así voy recorriendo la lista, porque, cuanto más conoces al Señor, más te gustaría haber vivido de otra manera contigo mismo y con los demás.
 
Así, el otro día pensaba en una persona casi imposible de localizar para escribirle unas líneas, y justo me ocurrió la anécdota que te he contado. ¿Solo me iba a perdonar si me perdonaba? 
 
Ahí fue cuando el Señor me insinuaba al corazón: “¿Y tú? ¿Por qué no te comprendes? ¿Por qué no te perdonas? Quizá no tengas que buscar tanto fuera, sino primero entenderte, comprenderte y disculparte”. 
 
Sentí que me daba la mano, se agachaba conmigo, soltaba los cordones que había ido atando cada vez más fuerte y me mostraba cómo había apretado un dedo contra otro.
 
Jesús, cuando te da luz sobre tu pasado, no es para que aprietes fuerte, es para que te dejes empapar por su Misericordia; que te puedas acercar a ese niño, a ese adolescente, joven o adulto que duele dentro de ti y le puedas abrazar porque le entiendes en la vulnerabilidad de ese momento, en su desconocimiento... no tengas miedo a que Cristo suelte tus cordones.
 
Hoy el reto del amor es que, antes de pedir perdón a esa persona por eso que tanto te aprieta, te permitas mirarte con la mirada de Cristo, comprenderte, perdonarte y abrazarte. Deja que tus dedos se muevan a sus anchas y sin dolor.
 
VIVE DE CRISTO
 
 
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¡Feliz día!
 
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