Hermano ateo: caminemos, atravesemos juntos el desierto

 

«Yo también busco a Dios y, a veces, también lo busco a tientas». Este mensaje, dicho por un creyente a un no creyente, puede ser el primer paso de un camino común hacia la plenitud de la verdad, aunque ambos caminen a ritmos diferentes. Ésta es la propuesta para la nueva evangelización del Subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura
 
«Hermano ateo, en búsqueda de un Dios que yo no sé darte, atravesemos juntos el desierto». Esta invitación pertenece a un poema del sacerdote David María Turoldo, y con ella concluyó la conferencia monseñor Melchor Sánchez de Toca, Subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura, en el Congreso de nueva evangelización celebrado el fin de semana pasado en Getafe.
 
No basta con volverse a casa tranquilos y satisfechos –comenzó explicando el sacerdote– pensando que, como el corazón del hombre tiene deseo de infinito y de plenitud, «el que no tiene a Dios es porque no quiere. Las cosas no son tan sencillas. Si creer en Dios fuera tan sencillo y tan fácil, no habría ateos».
Hay personas que no creen por «vicio y dejadez», por ignorancia, por prejuicios o por malas experiencias. «Pero todos conocemos personas extraordinarias, cultas, educadas, almas puras de fina sensibilidad ética y de una gran bondad natural que no creen en Dios».
 
Citando a Benedicto XVI, monseñor Sánchez de Toca afirmó que «como primer paso de la evangelización» debemos «
preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde». Sin embargo, esa búsqueda no es sólo para los no creyentes. Es –ya en palabras del ponente– «la condición antropológica que hermana a creyentes y no creyentes». Salir hacia el otro y emprender juntos esa búsqueda de Dios son, por tanto, «los presupuestos de la evangelización». E implican «apertura a las razones del otro, y la aventura de comenzar un recorrido juntos en terreno desconocido».
 
¿Puede un creyente abrirse a las razones de un no creyente? «Hay una línea muy sutil que separa el respeto y la escucha al otro, de la renuncia a evangelizar –explicó el Subsecretario a Alfa y Omega–. Eso último no lo podemos hacer. ¿Cómo voy a dudar yo de Dios? No puedo». Pero «debemos fijarnos primero en los anhelos, en el deseo de Dios de nuestro propio corazón, antes de buscarlos en el corazón del otro. Yo también busco a Dios y, a veces, también lo busco a tientas. La provocación que viene de los que no creen nos obliga a buscar todavía con más radicalidad, a buscar razones y autenticidad. La gente pide autenticidad, no vale ser creyente porque lo hayamos sido siempre. La autenticidad atrae o, al menos, interroga». Además, conviene revisar si, en nosotros, hay cosas «que son costumbres y no pertenecen al dato de fe».
 
«Nos puede la impaciencia»
 
En segundo lugar, hace falta tener paciencia. «
En el camino hacia la plenitud de la verdad cada uno sigue un ritmo diferente. Si yo he entrenado desde pequeño, corro mucho todos los días y lleva una vida sana, no puedo esperar que un amigo que llevaba una vida sedentaria y se apunta a correr lo haga al mismo nivel que yo. A veces, nos puede la impaciencia de que estén todos convertidos ya».
 
A la hora de aplicar esto a proyectos concretos y en las parroquias –una de las claves del congreso y de la Gran Misión que prepara Getafe–, el Subsecretario reconoció a este semanario que «no hay recetas mágicas. Hay experiencias que funcionan mejor que otras, y quizá no sabremos qué no funciona hasta que lo probemos». Sugirió, por ejemplo, que las parroquias intenten crear espacios donde, sin transmitir que da todo igual, «vengan y se sientan acogidas personas que aún no reconocen del todo a Dios».
 
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega