Todo puede adquirirse en la soledad, 

menos la educación del carácter.

-Stendhal-

 

         Empiezo, profe, a estar harto del grupo de formación en valores de la Facultad.

         - ¿ Y eso?

         El coordinador siempre dice lo mismo, los demás “interpretan” al coordinador y hacen lo que les apetece. El grupo languidece y yo me siento empobrecer.

         Con el paso del tiempo estas cosas suelen ocurrir o nos parece que ocurren. Hay que ver, objetivamente, las causas y buscar soluciones. Recuerdo que hace unos años, Paco me contó su propia experiencia. Él era un asiduo de los servicios dominicales de su parroquia; pero poco a poco empezó a sonarle repetitivo todo aquello.

 

         - Es que, me decía Paco, como el Párroco siempre decía lo mismo empecé a dejar de frecuentar la Parroquia.

 

         El Párroco se dio cuenta de las ausencias de Paco y, pasados unos días, fue a hacerle una visita a su casa.

         Al verlo entrar, Paco dio rienda suelta a su imaginación: “Claro, vendrá a peguntarme que por qué no voy a la Parroquia; pero, evidentemente, no le voy a decir que la culpa la tiene él...”

 

         Mientras recibía al sacerdote y le invitaba asentarse junto a la chimenea, empezó una conversación distrativa, a la vez que pensaba una disculpa.

         El sacerdote no decía nada. Escuchaba, callaba y miraba el fuego de la chimenea.

         A Paco pronto se le acabó el repertorio y también calló. Así pasaron un buen rato: en silencio y mirando el fuego de la chimenea. El tiempo se le hacía eterno a Paco, hasta que el Párroco, cogiendo un largo tronco a medio arder, apartó una brasa y la colocó lejos del fuego. La brasa, sin el sustento del fuego, empezó a apagarse.

         Aquello encendió el entendimiento de Paco que, dando un saltó, agarró el tronco a medio arder y metió la brasa en el fuego. Comprendió al instante que una brasa, por muy brillante que sea, lejos del fuego, acaba apagándose.

         -Buenas noche, dijo el Párroco mientras se levantaba y se dirigía a la puerta.

         -Buenas noches, contestó lacónicamente Paco.

 

         Apoyado de espaldas en la puerta de la calle mientras miraba la chimenea, Paco pensó: “Genial el Párroco; sin abrir la boca me lo ha dicho todo. El hombre lejos de su grupo, por muy inteligente que sea, no conseguirá conservar su calor y su llama. El domingo volveré a la iglesia”

 

         -¿Debo seguir en el grupo, profe?

         -Por lo menos hasta que encuentres otro mejor, sí.

         -¿Y si no lo encuentro?

         -Pues entonces, mejora tú al grupo. Recuerda al jugador-entrenador del Real Madrid de Baloncesto, Clifford Luyk “ lo que importa no es lo que el equipo haga por ti, sino lo que tú hagas por el equipo”