EVANGELIO

Yo soy la puerta de las ovejas.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 1-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

Avisos:

(Retiros pendientes de apertura de inscripciones. Informaremos más adelante)

La única salida.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús abrazas mi vida y te haces parte de ella. Sólo hay una puerta por la que puedo salir o entrar, y esa puerta eres Tú. Si abro otra, entrarán los ladrones (del tiempo, las angustias, las ansiedades…) y me robarán la paz y me quitarán la vida. Pero Tú, Señor, eres mi Pastor, y contigo, nada me faltará.

Aplicado a la vida Matrimonial:

Puerta 1 (Sin el Buen Pastor)
Sandra: Luis, tenemos que hablar. Estoy ¡Fatal!. Todo va mal. ¡No puedo más!.
Luis: Jo, Sandra, siempre estás igual. El sábado lo mismo, que si todo es horrible, que si nada va bien… Ya lo hablamos y planteamos soluciones.
Sandra: ¿Soluciones? Tú las únicas soluciones que me das es para que me calle, pero te importa un bledo cómo esté o lo que me pase.
Luis: Sí, encima de que me amargaste el sábado con tu negatividad y tu amargura, ahora me dices que no me importa lo que te pase ¿No? ¿Así me agradeces todo lo que hago por ti?. Pues ¿sabes lo que te digo? Que llames a tu madre que tanto te comprende y le cuentes todas tus desgracias…
Sandra: (Se va llorando y no le dirigió la palabra a Luis en tres días. Ese día habló con su madre de sus penas, entre ellas, de Luis)

Puerta 2 (Con el Buen Pastor)
Sandra: Luis ¿Quieres rezar conmigo? Otra vez me están entrando tentaciones de falta de esperanza.
Luis: (Piensa: Vaya, justo ahora que empieza la serie. Pero Sandra me necesita y ella es lo más importante para mí ofreceré este sacrificio por ella, para que el Señor la ayude) Sí, claro, esposa mía. Ya verás como el Señor te consuela.
Ambos: (Se cogen de la mano) “Ven Espíritu Santo. Inflama nuestros corazones…”
Luis: Señor, te pido por Sandra. Tú me la entregases para que fuera su ayuda. Dame capacidad para escucharla y luz para iluminarla en Tu nombre.
Sandra: Señor, no tengo derecho a quejarme. Eres muy grande y generoso, y me lo has dado todo. Te doy gracias por este esposo que me has dado, que me apoya y me consuela en los momentos más difíciles… Ahora necesito que me sanes de esta debilidad, y me envíes Tu paz, por Tu misericordia, porque tengo unas ganas terribles de llorar…
(Sandra va poniendo en las manos del Señor sus tristezas mientras llora desconsoladamente. Luis le aprieta la mano y le acaricia el pelo. Poco a poco, Sandra se va calmando en la oración. Luis la mira con admiración, por ese deseo que tiene ella de seguir la voluntad del Señor en el momento de la tribulación. La ve luchar a pesar de la tormenta emocional que la sacude.
Al terminar, los dos se funden en un abrazo.
Sandra (Al oído mientras se abrazan, aún sollozando): Gracias Luis. Eres maravilloso. Menos mal que te tengo.
Luis: Gracias, Sandra. Eres admirable. Te damos gracias Señor, porque has salido a nuestro encuentro y nos has salvado. ¡Aleluya!

Madre de Fátima,

Hoy es tu día. Te queremos y te damos las gracias por salvar nuestras vidas y las de tantos matrimonios y familias a nuestro alrededor. Hoy nos arrodillamos ante ti y te veneramos especialmente. Gracias, bendita Madre.