Una de las maneras de conocer  el pensamiento del papa Francisco son sus comentarios semanales al evangelio en el Ángelus del domingo.
   El comentario que realizó el  dos de agosto me parece, dentro de su sencillez, especialmente significativo.
   Es el comienzo del discurso del Pan de Vida después de la multiplicación de los panes en el capítulo sexto de San Juan. San Marcos es el Evangelio más corto; para este vacío, se incorporó el capítulo del Pan de vida de San Juan.
   La multitud se había saciado. Era lo cómodo. Buscar a Jesús de nuevo implicaba, en cierto sentido, buscar al milagrero que les hiciese la vida sin trabajar. Jesús mismo corta esa perspectiva con palabras un tanto decepcionantes: “Jesús les contestó:
   No es fácil saciar el hambre y descubrir en Jesús al Dios y Hombre verdadero. Lo que sucedió entonces nos puede suceder hoy.
   “Jesús invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas: comer, vestir, el éxito, la carrera. Jesús habla de otro alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y acoger. Él exhorta: Empéñense no por el alimento que  no dura, sino por el alimento que queda para la vida eterna y que el Hijo del hombre dará. O sea busquen la salvación, el encuentro con Dios>>.
    Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre lleva consigo otra hambre –todos tenemos esa hambre- un hambre más importante que no puede ser saciada con el alimento normal. Se trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente Él puede satisfacer en cuanto es
   Jesús no quita la preocupación por las cosas de esta vida, las da sentido. “Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está, al final en la eternidad; está en el encuentro con É, que es don y donador. Y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, o sea en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él.
   Y este encuentro nos ilumina durante todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños don es d ela vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo”.
   Acoger a Jesús nunca tiene un sentido egoísta sino misionero. “Encontrar y acoger en nosotros a Jesús
    Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y  su amor en medio de los hombres. Que la Virgen Santa nos ayude en la búsqueda y en el seguir a su hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura hasta la vida eterna”.