Me ha costado asimilarlo. Han decretado la suspensión de la ejecución de la pena de muerte contra Asia Bibi y su libertad provisional a la espera de la revisión del juicio. 

Esto significa que la Corte Suprema de Pakistán admite que ha habido irregularidades en el proceso contra este mujer, que lleva seis años en la cárcel acusada de un delito de blasfemia según la ley islámica imperante en el país. Y que se revisará su caso. 

Si Asia Bibi no sale hoy de la cárcel, inmediatamente, es porque corre más riesgo de morir fuera de prisión que encerrada en su celda. Cruel paradoja. 

He tenido el privilegio de compartir muchas horas con su familia. Esta misma mañana he hablado con su abogado y una de sus personas de confianza. 

Aunque no soy quién para determinar si Asia Bibi es santa, tengo claro es que en su vida no están faltando coherencia en la fe, tesón, martirio, esperanza, fortaleza y amor.

Su ejemplo me hace replantearme mucho cuál es la medida de mi entrega; hasta dónde llega mi paciencia frente a las incomprensiones; mi capacidad para escuchar y hacer la voluntad de Dios; cuánto estoy dispuesto a perdonar y a que me perdonen…
 
El corazón de Asia Bibi debe ser como una plaza de toros y el mío no creo que llegue a caballeriza o cochiquera, en los momentos bajos. Pese a todo, soy consciente de que no es cuestión de compararse. A cada uno Dios nos pide lo que podemos asumir si cultivamos cada día su amistad.

Eso no quita para que busquemos inspiración para nuestra vida en la de quienes nos deslumbran con su coherencia.

Asia Bibi es una columna de esperanza y fortaleza en la que merece la pena poner los ojos del alma.