"Tal es la gracia del Espíritu:

si halla abatimiento, lo disipa;

si encuentra malos deseos, los consume;

si halla temor, lo desecha

y no permite que hombre alguno participe en lo sucesivo de éste,

sino que, como transportado al cielo, hace que contemple todas las cosas de allí"

(S. Juan Crisóstomo, In Io., Hom. 75,5).