Estoy siempre muy contento
aunque tengo dolor cada día
pues es con Dios el sufrimiento,
fuente de eterna alegría
-Paco Sela, enfermo de ELA-
 
- ¿Conoce a mi amigo Iván, Profe?
- Sí, es un chaval muy alegre.
- ¿Alegre? Es la perfecta alegría; a su lado no hay penas y hace reír a las piedras.
- ¿La perfecta alegría o la alegría perfecta?
- Me da igual, no es cuestión de filosofar. Nos lo pasamos bomba con él y punto.
- ¿Y eso siempre?
- Hombre, no; cuando procede.
- Eso no es la perfecta alegría. La perfecta alegría es estable; no depende de una sonrisa. Es profunda; supera al estado de ánimo. No necesita del ruido ni del alcohol. Tiene más de gozo que de bullanga. Tiene más de estado espiritual que de bienestar biológico. ¿Has leído la vida de San Francisco de Asís?
- A cachos.
- ¿Qué dice de la perfecta alegría?
- Pues ahora mismo no recuerdo.
 
         Iba S. Francisco con su inseparable Hermano León caminando ateridos, agotados y calados hasta los huesos. El Hermano León le preguntó por la perfecta alegría y S. Francisco le dijo: Hermano León, si cuando lleguemos al convento, atormentados por el hambre, desfondados por el cansancio y bañados por la lluvia y, al llamar a la puerta, no nos abren, somos capaces de no perder la paz; si seguimos llamando y sale furioso el Hermano portero y, airado, nos despide con insultos y a palos como a ladrones, has de saber, Hermano León, que si soportamos todo sin murmurar, con paciencia, entonces habremos hallado la perfecta alegría.
 
- No entiendo esa alegría, profe; me supera.
- Claro, porque la perfecta alegría es vencerte a ti mismo. Es amar contra viento y marea. Es no desear lo ajeno y compartir lo propio. Es practicar la ciencia de la paz, esa paz que se conquista después de andar mucho camino soportando muchos inviernos y contrariedades. Es, sobre todo, vaciar de todo egoísmo el propio corazón hasta conseguir no desear nada y agradecerlo todo.
- ¿Es la perfecta alegría la de tu amigo Iván?
- Pues va a ser que no. Pero no me negará una cosa, profe
-¿Qué?
- Que cuenta los chiste fenomenalmente y, en ese momento, nos produce una alegría perfecta, o ¿no?
 
- ¡! Lo que tú digas, Pedro.