Completamos con esta última entrada la transcripción del texto de la del escritor italiano (18811956).

Tras haber reclamado un ejército de santos "para salvar lo que todavía se puede salvar", Papini dirige en este final una última y apasionada llamada a los sacerdotes, exhortándoles a tener sed de almas, a arder en el fuego del Espíritu Santo, a renacer en la Cruz de Cristo.







No basta con ser, como sois, los lavanderos de las pobres almas que todavía se arrodillan en los confesionarios. La mayor parte de los que están sucios no vienen a vuestros lavatorios, no vienen a comer el pan que solo vosotros podéis dar.

¿Os habéis preguntado alguna vez no van a vosotros y no entran en vuestras iglesias? ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué las multitudes que os escuchan están compuestas por ?

Muchas son las causas de este abandono y no todas residen en vosotros.

Pero, ¿no pensáis que quizá vuestra aleja a los espíritus ardientes, que vuestra rechaza a los ánimos generosos, que vuestra acompasada repugna a las almas sedientas de lo sublime, que la de vuestra mente demasiado cautelosa desalienta a los ánimos libres?

. No será, desde luego, un Papa quien niegue la superior dignidad del sacerdocio y los derechos imprescriptibles de la jerarquía, pero , y que a este cuerpo pertenecen todos los fieles, no solo los tonsurados.

. Y Cristo, como sabéis, descendió aquí abajo para todos, se inmoló por todos los hombres. Deberíais llamar más que ahora a aquellos que pudiesen colaborar en vuestra obra, no en aquello que os corresponde exclusivamente, sino en la obra de conversión y de redención.





Deberíais , los reacios, los rebeldes, los expatriados, los sin fe, sin Cristo y sin Dios, . Recordad las palabras de nuestro maestro: Compelle intrare [Ndt: "forzadles a entrar", cf. Lc 14,23]. . Os contentáis con tener cobijados vuestros escasos rebaños, pero no sufrís bastante por las ovejas extraviadas como las otras, que os pertenecen, que pertenecen por derecho divino de vida y muerte a nuestro Dios.

No las esperéis junto a vuestros altares, –aunque vivan en fortalezas o en estercoleros– y lleváoslas, como se recupera un hijo raptado; esclareced los ojos de los legañosos, arrancad los sellos de plomo que oprimen los corazones. .

Descuidad por algún tiempo y que vosotros toleráis con demasiada condescendencia; es más, que vosotros mismos estimuláis y cultiváis. Nadie venera más que yo a la Virgen María, a la regia sierva del rey de Reyes, la cual está por encima de todas las mujeres. Pero no hagáis que pueda parecer a los profanos malignos que el catolicismo, aun cuando no sea más que en la devoción más ordinaria del pueblo, es un culto a la Virgen más que a la Trinidad. Poco recordáis al Padre, y menos aún al Espíritu Santo. Si no estuviesen el Pater y el Credo os acordaríais bastante menos del Creador del cielo y de la tierra, del Consolador que bautizó con el fuego a los Apóstoles, que de María y los Santos.

Las imágenes, las reliquias, las estatuas de cartón piedra y las flores de papel son materia visible y perecedera, y no deben dominar sobre el espíritu. ; invocad más a menudo el auxilio de la Tercera Persona, que ilumina y vivifica. No os confiéis solamente a la palabra, no os dejéis enviscar en la letra, . Sed, para todos, ejemplo de humildad, de pobreza, de caridad; , llorad con los afligidos, repartid vuestro pan con los hambrientos, acercaos a los fugitivos, aceptad con alegría los insultos, los ultrajes, los vituperios. Esta será , la , la , superior a la elocuencia sagrada, como el milagro del santo es superior al silogismo de un sabio doctor. Y si, para alcanzar esta plenitud de apostolado efectivo y espiritual, tenéis que pasar por alto alguna novena, algún triduo, alguna procesión, alguna peregrinación o fiesta religiosa, no hay mal en ello: desde ahora, en nombre de la potestad que me viene de Dios, os perdono y os absuelvo.

Ya sabéis lo que vuestro nombre significa. Los ; los présbites, es decir, , mirar a las cumbres y a las cimas, . ¿Por qué, en cambio, os contentáis con escrutar las minucias cercanas, como los míseros miopes?

Acordaos, si podéis, de vuestra dignidad sobrehumana, de la voz que os llama a ser colaboradores, embajadores, . Recordad que a vosotros corresponde, como anunció el apóstol San Pablo, juzgar incluso a los ángeles. La salvación del género humano está en manos vuestras. .





Que ninguno de vosotros sufra el vértigo al subir al monte inmaculado de la Transfiguración universal. No creáis que sois solamente los ayudantes repartidores de catecismo, los dispensadores de sacramentos. Sois bastante más, mucho más. No os intimide el compromiso inaudito que os impuso Dios. Se os necesita para llevar de nuevo la felicidad a aquellos lugares en que las almas mueren aún antes que los cuerpos. El mundo entero parece hoy positus in maligno[Ndt: "bajo el poder del maligno", cf. 1 Jn 5,19]: asunto vuestro es la revolución necesaria para su rescate.

Guardad luto, con el negro de vuestro traje. No ya luto por la muerte de Cristo, que ha vuelto a salir del sepulcro y triunfa en el cielo, sino luto por todos los asesinados, por todos los muertos sin esperanza, por todas las desgracias que la desobediencia a Cristo ha provocado.

Os conjuro en nombre del Dios vivo, hermanos e hijos míos a quienes amo más que a mí mismo; os conjuro en nombre del Fiat ["hágase"] del día primero, en nombre del Sitio ["tengo sed"] de la cruz, en nombre de las llamas de Pentecostés, en nombre de mi viejo corazón, desgarrado por la congoja. . Tened el valor de ser locos, con esa locura que es sensatez a los ojos del Altísimo. . Sed, en nombre del fuego del Espíritu Santo, menos frígidos, menos mediocres, menos perezosos, menos petrificados. sobre el madero áspero de la Humanidad . Solamente salvando a vuestros hermanos, a todos los hermanos, incluso a aquellos que desean vuestra muerte, podréis salvar al mundo purulento, al Cristianismo asediado, a la Iglesia diezmada... y a vosotros mismos.
Celestino VI, Papa
Siervo de los siervos de Dios



Juan Miguel Prim Goicoechea
elrostrodelresucitado@gmail.com