El especialista en Sagrada Escritura, el doctor Schökel dice que, en el pensamiento hebreo, “el corazón” es la sede de la vida consciente: El corazón es el lugar donde nacen los pensamientos, los deseos.

En Jeremías y en el libro de los Salmos, leemos:

 

1.-«Dios escruta el corazón». No el corazón “bomba”, que empuja la sangre, Dios “mira nuestro corazón”: qué es lo que hemos hecho o dejado de hacer, de bueno y de malo, nacido de nuestro interior, de nuestra libre elección.

 

2.-Tener un «corazón bondadoso» indica compasión, bondad, generosidad hacia los otros, a quienes lo pasan mal y nos necesitan.

 

3.- «Hablar con el corazón» significa sinceridad, sencillez, transparencia, buena voluntad, que no se miente, que impera la bondad, la nobleza, la verdad.

 

4.- «Dirigirse al corazón» es hablar a otra persona de buenos sentimientos, de recta, de noble, de bondadosa, y cristiana espiritualidad.

 

5.- «Conmover el corazón», no es algo físico si no moral, espiritual, interior, para hacer siempre el bien y favorecer al otro, al necesitado.

 

6.- «Dejarse conmover el corazón», es abandonarse a los dictados humanitarios, positivos, evangélicos y trascendentes.

 

7.- «Ser limpio de corazón»”. Es condición indispensable para poder ver y llegar hasta Dios, nos dice Jesús en el evangelio de Mateo (5,8).

 

Dejarse «conmover por el corazón»:

Es dejarnos influir por los impulsos positivos y nobles.

Es abandonarnos por los buenos sentimientos, por lo mejor que hay en nuestro interior.

 

Un corazón repleto de bondad, de inocencia, de amor;
Un corazón dispuesto siempre a los mayores sacrificios, para quienes – sean los hijos propios o ajenos- es el corazón de una madre, ya sea física o espiritual, que ofrece lo mejor de si misma: el amor.





Alimbau, J.M. (2011).  La madre (la tuya y la mía). Barcelona: Editorial Claret.