Para la ciudad de Pinto, parecen pintar bastos en los últimos tiempos. Así, sabemos que cuando se produjo la subida de impuestos sobre los carburantes, su actual alcalde el socialista Sr. Martín declaró que la cosa no pintaba con él, pues él viajaba en coche oficial. Sabemos que las cuentas del ayuntamiento de Pinto, contrariamente a lo que el nombre de la villa permitiría esperar, ni en pintura cuadran. Y cómo van a cuadrar si con el dinero municipal quien fue su predecesor hasta las elecciones de 2007, su correligionario Sr. Fernández, construyó unas viviendas sociales en Pinto que no le dejarían en mal lugar de no ser por el insignificante detalle de que no las ha levantado en el Pinto de España sino en un Pinto que hay en Argentina, y que, por si la cosa no fuera suficientemente pintoresca, el producto de su venta, según todo apunta, en lugar de engrosar las arcas pinteñas como sería lo natural, engrosa las de una fundación que ¡oh casualidad! tiene como presidente al anterior alcalde de Pinto.

Existen pues variopintos motivos para que el noble pueblo pinteño hiciera honor a su nombre y llenara Pinto de pintadas exigiendo a su alcalde explicaciones y hasta la dimisión. Sin embargo, si el paciente electorado de Pinto no se ha quedado esta vez entre su pueblo y Valdemoro y se ha manifestado en el violento modo en el que le hemos visto hacerlo, no ha sido por nada de lo antedicho, sino porque ante la crisis, su pinteño alcalde ha decidido suspender los pintorescos festejos taurinos que cada año acompañan las fiestas de Pinto. “Panem et circum” era cuanto esperaban del Emperador sus súbditos romanos: la frase viene que ni pintada –disculpen la nueva redundancia- para ilustrar la parva ambición del elector que con sólo recibir de su gobierno pan y circo, se tiene por bien gobernado y nada más reclama. Pues bien, visto lo visto en Pinto, en esta España nuestra de la que tan pintiparado ejemplo es la villa pinteña, ni “panem” reclamamos al Gobierno, y con el solo “circum” parecemos saciados. Claro que después de todo, -y perdónenme Vds. el último retruécano-, “así nos pinta”. En Pinto, sí, pero en la entera España también.