Estamos en Cuaresma, un tiempo de Gracia para reflexionar y convertirnos. Un tiempo en el que creer en Cristo y aportar los dones recibidos a la Iglesia. Un tiempo que nos prepara para la Semana Santa, la Semana en que recordamos la pasión y redención del Señor.

Si miramos nuestra vida cotidiana, posiblemente nos demos cuenta que es imposible hacer la Cuaresma sea la protagonista. El trabajo, las tareas domésticas, los continuos problemas que tenemos que resolver en el día a día, no nos permiten encontrar suficiente tiempo para trascender los cotidiano. Los afanes cotidianos ahogan nuestra sed de trascendencia, la necesidad de vivir con un sentido sacro cada minuto de nuestras existencia. Esta es la realidad que nos toca vivir y también el desafío que Dios nos ofrece para que luchemos y agarremos la mano que nos tiende. Esa es la clave, justo como el momento es que San Pedro intentó llegar hasta el Señor andando sobre las aguas. Fue imposible con sus fuerzas humanas, pero la mano del Señor estuvo atenta para recogerlo.

De hecho, la vida de los mortales está plagada de lazos de ofensas y de redes de engaños... Y como quiera que estas redes las había tendido el enemigo por todas partes y en ellas había envuelto a casi todos, era necesario que viniese uno que fuera más fuerte y mayor que ellas, para que las triturase y así dejase expedito el camino para cuantos le sigan. Por esta razón también el Salvador, antes de unirse con la Iglesia, fue tentado por el diablo (...) para vencer las redes y poder mirar por ellas y, a través de ellas, llamar hacia sí a la Iglesia, con el fin, sin duda alguna, de enseñarla y mostrarle que no se debe venir a Cristo por el ocio y los placeres, sino a través de muchas tribulaciones y pruebas. (Orígenes de Alejandría. Comentario al Cantar de los cantares, Tercero libro 14, 27-33)

Cristo fue entado por el enemigo con el éxito humano que tanto valoramos. Ante las necesidades, no sólo de pan vive el hombre. Sobrevivimos gracias a la Palabra que Dios ha enviado a nosotros. Muchas veces ponemos a prueba a Dios mismo, diciéndole lo que tiene o no tiene que hacer. Olvidamos en no tenemos que tentar al Señor, sino aceptar dócilmente su Voluntad. Cuando creemos que todo lo podemos y despreciamos a Dios porque no nos sirve, olvidamos que sólo debemos servir y adorar únicamente al Señor. Los segundos salvadores no nos llevarán muy lejos.

Tal como se dice en el Evangelio de hoy: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio". La mano de Cristo está dispuesta para recogernos, pero nosotros tememos dar el primer paso. Ese el problema, nos asusta intentar andar sobre las aguas de lo cotidiano, porque sabemos que es imposible para nosotros mismos. No confiamos en la Gracia de Dios y dejamos que las tentaciones nos paralicen. La cuaresma nos ofrece tres escudos con los que poder superar el miedo que nos paraliza. Oración, ayuno y limosna. Cada uno de nosotros, debe intentar que estas tres acciones se hagan presentes en cada minuto cuaresmal que consigamos vivir.