Durante estos días de Pascua estamos leyendo en las Misas diarias el Libro de los Hechos de los Apóstoles, concretamente el capítulo 15: el concilio de Jerusalén.

Deseo dedicar estas líneas al profesor que me explicó y enseñó el texto de los Hechos. Fue el padre jesuita Javier Rodríguez Molero, muy experto en el conocimiento del texto sobre la vida de la primitiva Iglesia.

Nos detuvimos, largo tiempo, en el capítulo 15 de los Hechos, analizamos sus consecuencias linguisticas, geográficas, ambientales, en aquel Jerusalén donde la Iglesia abrió sus puertas a la gentilidad de una manera conceptual y preceptual con la asistencia del Espíritu Santo y la unión en la diversidad de la comunidad cristiana de origen judio y gentil.

Descanse en paz, el padre Rodriguez Molero.

Tomás de la Torre Lendínez