Que mayo es el mes de María es algo que, por si no estuviera suficientemente claro, reitera con toda elocuencia el Papa Pablo VI cuando en su carta encíclica “Mense maio” de 29 de abril de 1965, se dirige a los cristianos en estos términos:
 
            “Al acercarse el mes de mayo, consagrado por la piedad de los fieles a María Santísima, se llena de gozo Nuestro ánimo con el pensamiento del conmovedor espectáculo de fe y de amor que dentro de poco se ofrecerá en todas partes de la tierra en honor de la Reina del Cielo. En efecto, el mes de mayo es el mes en el que los templos y en las casas particulares sube a María desde el corazón de los cristianos el más ferviente y afectuoso homenaje de su oración y de su veneración […]
            Precisamente porque el mes de mayo nos trae esta poderosa llamada a una oración más intensa y confiada, y porque en él nuestras súplicas encuentran más fácil acceso al corazón misericordioso de la Virgen, fue tan querida a Nuestros Predecesores la costumbre de escoger este mes consagrado a María para invitar al pueblo cristiano a oraciones públicas”.
 
            Pero esto es todo: ni una explicación sobre la historia de la tradición, ni una nota a pie de página, lo que es, créanme Vds., raro en un documento eclesiástico, siempre ricos en citas, en referencias, en detalles, en explicaciones y en precedentes. Lo que probablemente no quiera decir sino que es poco lo que de esta consagración antiquísima del mes de mayo a la Virgen María se sabe.
 
            Se suele argumentar que María no es sino la heredera natural en el ambiente cristiano de la diosa Maia, madre de Mercurio y diosa de la fertilidad y de la maternidad, a la que se rendía culto –hasta el punto de darle nombre- durante el quinto mes del año, mayo, a lo largo del cual se le ofrecían flores como hoy se hace con María. Pero lo cierto es que atesorando mil otras virtudes y bondades, no es precisamente la fertilidad lo que cabe atribuir a una mujer a la que se conoce justamente como “la virgen”, y de la que se dice no sólo que tuvo un único  hijo, sino que incluso ese hijo lo concibió de manera absolutamente extraordinaria, sin haber conocido varón ni para tenerlo, ni antes de hacerlo, ni tampoco después, lo que invalida la teoría desde su misma raíz.
 
            Lo que por otro lado no es óbice para entender con facilidad que, puestos a dedicarle un mes a la mujer por antonomasia del credo cristiano, este sea, precisamente, el mes por antonomasia de la primavera, a saber, mayo, y estoy seguro de que si se hiciera entre los cristianos una encuesta para elegir un mes que dedicarle a María, el quinto del año ganaba por goleada.
 
            Se acostumbra a señalar que en la consolidación de la tradición es mucho lo que, como en lo relativo a la del Sagrado Corazón de Jesús, hacen los autores jesuitas de los siglos XVII y XVIII: Janos Nadasi y su “Theophilus Marianus” (1664), François Xavier Jacolet y su “Mensis Marianus” (1724) o Annibale Dionisi y su opúsculo “Il mese di Maria…, con l´esercizio di vari fiori di virtù” (1725). Hay quien a falta de mejores argumentos, incluso quiere hallar su origen  en un niño romano que a finales del s. XVIII se llevaba a sus compañeros a cantarle letanías a la Virgen al pie de una de las muchas estatuas de la madre de Dios que adornaban y adornan la ciudad bien llamada eterna.
 
            Si sí como si no, lo único cierto es que no faltan pruebas de que mucho antes ya, dicha consagración del mes de mayo a María era tradición consolidada en España, algo de lo que da buena cuenta la “Cantiga 406 de Alfonso X”, llamada “Ben vennas, mayo, e con alegría”, datable de la segunda mitad del s. XIII, que contiene referencias tan explícitas como ésta, de innecesario comentario:
 
 
Ben vennas, maio,
e con alegria;
poren roguemos
a Santa Maria
que a seu fillo
rogue todavia
que el nos guarde
d’ err’ e de folia.
 
 
Bienvenido, mayo,
y con alegría;
por esto roguemos
a Santa María
que a su Hijo
pida todavía
que él nos guarde
de pecado y de folía [=locura]
 
 
            Lo que permite preguntarse si, tal vez, no es esa vinculación tan cristiana entre la Virgen y el mes de mayo una expresión más de la devoción española, y coloca una vez más a nuestra nación a la cabeza de todas por lo que al culto mariano se refiere, haciendo bueno ese lema que decía "España, tierra de María" tan grato a Juan Pablo II.
 
            Y bien amigos, a falta de mayores claves, valgan estas pinceladas aquí acometidas. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Eso siempre. También en mayo. O especialmente.
 
 
 
            ©L.A.
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