En el Regina Coeli  del 19 de abril el Papa Francisco ha tenido unas palabras preciosas sobre el sentido de la palabra testigo. Por tres veces se repite esa  palabra en las lecturas de ese domingo.
    Los apóstoles no podían callar la extraordinaria experiencia que habían tenido en la Resurrección de Jesús. Jesús mismo les dice que ellos son testigos de todo lo manifestado después de Resucitado. La iglesia continúa esa experiencia de Resurrección  en cada uno de los creyentes.
   En tres preguntas podemos resumir el contenido que el Papa nos da:
   ¿Qué es un testigo?
   “El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que relata. Ver, recordar y relatar son los tres verbos que  describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, que ha visto la realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el evento. Por esto recuerda, no solo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo  relata, no en manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado la vida. El testigo es uno que ha cambiado la vida”.
   ¿Cómo se construye el testigo cristiano?
   “ El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo , sino que es un mensaje de salvación un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente, y único salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través  de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, y su constante conversión en la Penitencia”.
   ¿Cómo nos transformamos en testigos?
   Gracias a este camino, siempre guiados por la palabra de dios, todo cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es tanto más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la
   Me prece importante señalar el valor de la segunda pregunta. Con frecuencia en la vida espiritual queremos atajos. Una experiencia de Jesús Resucitado necesita una asimilación vital. No es problema de tiempo. Si no hay acontecimiento en la base, todas las palabras son ideología. La experiencia de San Pablo es ejemplar. Tardó un tiempo en asimilar la experiencia primera, confrontó con la Iglesia su doctrina, el amor al Jesucristo le guiaba en su acción apostólica.
   Igual nosotros; la experiencia debe ser siempre confrontada con la realidad eclesial y mantenida con los sacramentos, la oración y la caridad.