Ciento veinticinco mil euros, ciento veinticinco mil euros del ala, veintiún millones de las antiguas pesetas… Habría sido un gesto grande expresar una incompatibilidad existencial para recibir tan aburguesada presea, la verdad. Sobre todo después de haber anunciado tantas veces que nunca la aceptaría. Pero pa lo que ha hecho ayer el Sr. Goytisolo, mejor se había plegado al burgués ceremonial, había doblado el espinazo ante el asqueroso parné, nos había regalado una galante sonrisita a los españoles, y se había vuelto pa Marruecos la mar de contento a seguir disfrutando de los precios baratos y de su vida de “burgués exótico” en el país de la morería, más aún ahora, con sus 125.000 euritos bajo el brazo.
 
            Ayer, el Sr. Goytisolo, en un gesto que no por repetido y cansinamente reincidente en España deja de ser de una absoluta falta de respeto, de tablas y de educación, se ha presentado hecho un pingajo ante las máximas autoridades de la nación en la entrega del más prestigioso premio con el que puede ser galardonado un escritor en la segunda lengua más hablada del planeta, el premio Cervantes, cepillándose todas las normas del protocolo y del buen gusto que esas personalidades, entre los cuales nada menos que los Reyes de España, la monarquía más antigua del mundo, sí respetaron para agasajarle a él. Con un agravante más en este caso: que dichas autoridades no eran ayer sino la representación de un pueblo español que es el que, con sus impuestos, ha firmado el chequecito que se llevaba puesto el Sr. Goytisolo.
 
            Y digo yo: si un buen día la Academia Sueca le otorga el Premio Nobel al ayer premiado –no va a ocurrir, no se preocupen, es sólo un poner- ¿también va a ir con la corbatita verde y la espantosa chaquetita que llevaba ayer? ¿O hará más bien como Almodóvar, que después de todo lo que pió en su día contra la Guerra de Irak en España, cuando le dan el óscar y se le presenta la oportunidad de su vida de mentarle la madre a Bush en su propia casa… ¡se lo hace en los pantalones y no dice ni pío!?
 
            Entre lo poco que dijo en el minidiscurso con el que, en una nueva demostración del desprecio que ésta le merecía, obsequió a la audiencia, no dejó de hacernos conocer su disgusto con la búsqueda de los restos de Cervantes, pavoneándose así de militar entre los partidarios de la fórmula que, en este país de envidiosos, los españoles pequeños recetan a los españoles grandes: mucho anonimato, mucho olvido, entierros en fosas comunes: ¿un panteón de españoles ilustres? ¡Qué horterada, por Dios!
 
            En los pocos minutos que nos dedicó, tampoco le faltó uno para atribuir el supuesto alto coste de la inversión (la de buscar los restos del genio) a algo así como oscuros intereses del lobby turístico… ¿se habrá preguntado el Sr. Goytisolo cuanto padres de la patria habría que desenterrar en la capital y cuanto años habrían de trabajar algunos de los pequeños hosteleros madrileños de los que hablaba, para conseguir los 125.000 euros que se levantó él ayer de una tacada? Y otra cosa: para conseguirlos, ¿sabe el Sr. Goytisolo a cuántas personas habrán dado trabajo esos pequeños empresarios? ¿A cuántos da trabajo él?
 
            Habló, y mucho, de desahuciados, de parados, de desamparados… Pues bien, ahora tiene el Sr. Goytisolo 125.000 euritos divinos con los que solucionar el problema de tantos y tantos de ellos… Por poder, puede hasta donarlos a Cáritas, o a otra ONG más progresista y digna de un donante tan moderno como él. No sin pedirle, eso sí, asesoría a su ínclita compañera de letras y de militancia, Lucía Etxebarría, sagaz descubridora, en su día, del excelente negocio que hacía Amancio Ortega entregando más de 3.000 millones de pelas a Cáritas y que, a base de desgravar y desgravar impuestos… ¡¡¡parece que se ahorraba hasta 400 o 500 de los tres mil!!!
 
            En algo sí estoy de acuerdo, sin duda, con el Sr. Goytisolo: los españoles estamos cansados, estamos hartos, de la Casta, de los pelotazos, de los vagos presumidos… pero estamos hartos también, Sr. Goytisolo, de los “rojos de día y burgueses de noche”, estamos hastiados de anabelenos, bardemitos y goytisoletes, todo el día con el careto puesto, todo el día impartiendo lecciones, todo el día pavoneándose de lo estupendos y modernos que son ellos y de lo retrógrados y carcamales que somos todos los demás.
 
            El Sr. Goytisolo pensará, sin duda, lo contrario, pero lo único que ha demostrado ayer, y aún antes, con sus formas y sus modales, es ser un tío muy desagradecido y muy mal educado, amén de una terrible falta de tablas, una carencia total de buen gusto, mucha hipocresía, mucha incoherencia y mucha demagogia. Si no le gustaba el Cervantes, como se ha hartado de declarar mientras no se lo daban, haberlo rechazado. Pero el numerito de ayer para recoger el cheque de 125.000 euros, sin ahorrarnos por ello a todos los españoles (que se lo hemos pagado) la demostración del mucho desprecio que le merecemos, no cuela: ha estado colando hasta ahora, que los españoles somos así de idiotas, pero esta vez, el Sr. Goytisolo ha equivocado il tempo… y ya no cuela.
 
            ¿Tan bien pagados están los autores españoles que había que recurrir a uno como Goytisolo para que se dignara recoger el chequecito? ¿Que no había otro que no hubiera puesto como condición para recibirlo pisotear a los que se lo entregaban, es decir, a todos los españoles?
 
            Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana seguimos por aquí.
 
 
 
            ©L.A.
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