En esta segunda cuaresma, ésta post-pascual, en la que conmemoramos los cuarenta días que Jesús pasó entre los suyos una vez resucitado, y después de preguntarnos ya tanto por la aparición de la que son objeto los discípulos de Emaús (pinche aquí para conocerla mejor) como por el número total de apariciones de Jesús (pinche aquí para hacer lo propio), nos formulamos hoy una de las preguntas que más ha inquietado a los infinitos lectores que a lo largo de los tiempos ha tenido el Evangelio: ¿se apareció Jesús a su madre?
 
            Más allá de que, aceptado que Jesús resucitó, así lo requiere la lógica y así lo ha venido aceptando con pocas fisuras la tradición cristiana, nos proponemos analizar aquí si existe en los textos canónicos algún rastro de dicha aparición. Y la verdad es que, aunque tan críptica como hipotética según vamos a ver, sí cabe encontrar en los evangelios una pista de que dicha aparición tuvo lugar.
 
  

          En este caso, se ha de partir de Mateo, quién hace un relato de la primera aparición de Jesús absolutamente original, pues si bien, al igual que hacen Marcos y Juan, -es decir todos los evangelistas excepto Lucas-, atribuye el honor de la misma a María Magdalena, en Mateo esta Magdalena está acompañada:
 
            “Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro […] En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘¡Salve!’ Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron’” (Mt. 28, 1-9).
 
            Y bien, ¿quién es esta “otra María” del episodio? Aunque poco, sí que sabemos algo más de ella, porque el propio Mateo la había presentado once versículos antes, al enumerar las personas presentes al pie de la cruz:
 
            Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mt. 27, 56)
 
            No es aventurado, por lo tanto, establecer que “la otra María” es, también, “María la madre de Santiago y de José”.
 
            Acudimos ahora al célebre episodio mateiano de la visita a Nazaret de Jesús al principio de su ministerio, donde vemos narrar al evangelista:
 
            “Viniendo a su patria, [Jesús] les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ‘¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?’” (Mt. 13, 54-55).
 
            Donde, como ve el lector, nos encontramos ante una nueva coincidencia entre la María presente al pie de la cruz y aquélla a la que Jesús se aparece, con la que es la madre de Jesús, madre a su vez de Santiago y José. Una coincidencia que cabe dar por buena desde el punto y hora de que no habían de ser muchas las Marías en tiempos de Jesús que tuvieran como hijo a un Santiago y a un José.
 
            Bien, como hipótesis se antoja posible, y desde luego, no descartable. A su favor la triple coincidencia nominativa de la que hablamos. También la lógica que cabe extraer de que la primera aparición de Jesús fuera para su madre, de existir ésta, cosa que corrobora totalmente la tradición y también el evangelista Juan cuando, aunque tampoco él la cite entre las personas destinatarias de las apariciones de su hijo, sí la presenta con toda claridad entre las personas al pie de la cruz (pinche aquí si le interesa el tema): 
 
            Junto a la cruz de Jesús estaba su madre” (Jn. 19, 25).

            Lo que quiere decir dos cosas importantes: por un lado, que María aún vivía; y por otro, que se hallaba en Jerusalén cuando ocurren los aciagos acontecimientos de la pascua del año 30.
 
            No son menos sin embargo, las dudas que los versículos de Mateo encierran. La primera, la célebre cuestión de los hermanos de Jesús, a la que ya dimos cobertura bajo a la sombra tenue de esta columna (pinche aquí para conocerla un poco mejor). Pero last but not least(1), el porqué de la críptica, enigmática y enrevesada manera en la que Mateo se refiere a María, ya como “la madre de Santiago y José”, ya como “la otra María”, cuando lo normal es que tratándose de la progenitora del protagonista indiscutible de la escena, y no sólo de la escena sino de todo el escrito, la hubiera llamado, “María, la madre de Jesús”, o simplemente “su madre”.
 
            Sólo una cosa más: de estar refiriéndose Mateo, efectivamente, a la Virgen María, la aparición de Jesús a su madre, tal cual la relata el evangelista, habría sido la primera. Llamativo también que en tal caso, la Virgen se halle acompañada, precisamente, de la Magdalena, lo que sin querer significar lo que la exégesis amarillista deseosa de vender libros infiere de hechos como éste (pinche aquí si le interesa el tema), sí da cuenta de la cercanía de la Magdalena en el ánimo del maestro.
 
            Y bien, querido lector, ahí queda la sugerente hipótesis. Que haga Vd. mucho bien y que no reciba menos. Le espero mañana aquí, a la sombra tenue de la columna en la que nos encontramos cada día.
 
 
            (1) “Y finalmente pero no menos”. Disculpe el lector la petulancia, de la que soy consciente, pero se trata, efectivamente, de una de esas locuciones provenientes del inglés que no encuentran en nuestra rica lengua otra de similar potencia semántico-fonética.
 
 
 
            ©L.A.
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