- ¿Lloras? Así lloró Jesús.
- ¿Sufres?  Así sufrió Jesús.
- ¿Te sientes clavado – inmóvil- en tu cruz? Jesús también.
- ¿Gritas? También gritó Jesús.
 
- ¿Has sido humillado? Jesús lo fue también.
- ¿Te han escupido y golpeado? A Jesús también.  
- ¿Te han perseguido? A él también. Lo encerraron y torturaron.
- ¿Fuiste traicionado? Jesús padeció traición también.
 
 “¡Es Jesús! Acércate a El / si te hallas triste, abandonado, / cansado de luchar, tal vez vencido, / agobiado de sufrimientos y cruces; incomprensiones e ingratitudes… / Que Él sabe de tristezas y agonías / y sabe qué es amar sin ser amado, / y sabe como punzan y dañan las espinas”.
 
Teresa de Jesús escribió:
- “Sea Cristo… mi confianza; / de él solo… mi asimiento; / en los cansancios… mi aliento; / y en su imitación… mi holganza”.
 
Si estamos en cama y con fiebre alta, pesarosos y decaídos –el alma acusa los golpes del cuerpo enfermo-… Es entonces que podemos convertir nuestro estado de postración… en verdadera oración, con sólo identificarnos y unirnos a Jesús crucificado.