Muchas veces, nuestra falta de credibilidad no se debe a los titulares, sino a pequeños hechos que dicen mucho. Por ejemplo, cuando hay una fila de personas esperando su turno para pasar a confesarse y, de buenas a primeras, aparece alguien que se escabulle hasta colarse. Vaya forma de prepararse para la confesión, pues ignorar los turnos, no deja de ser un acto de egoísmo; sobre todo, tomando en cuenta a tantas personas mayores que se esfuerzan por aguantar la fila pese a sus condiciones de salud.

 Es comprensible darle el lugar a un anciano que tenga problemas para estar de pie. Lo que no nos puede caber en la cabeza, es que alguien -sin motivo alguno- decida ignorar a los demás. En vez de hacer un examen de conciencia, termina empleando ese tiempo en idear una estrategia para ganar y salir rápido del pendiente. 

 Es verdad que luego la fila tarda mucho en avanzar, porque cada uno se confiesa a un ritmo diferente; sin embargo, nada justifica pasar por encima del derecho ajeno. Antes bien, aprovechar esas pausas, para prepararnos mejor y hacer una buena confesión.