Con el Domingo de Resurrección, muchos jóvenes regresaron a sus casas después de haber sido misioneros durante la Semana Santa o Mayor. Sin duda, fue una buena oportunidad para enseñar y aprender, dar y recibir. Ahora el reto es ocuparse de ayudarlos a profundizar en la experiencia, para que la fe no se reduzca a ocho días del año, sino que impacte en la vida, dando paso a un verdadero compromiso con la realidad a partir del Evangelio. Irse de misiones cambia la perspectiva, amplia los horizontes y, si hay sinceridad de por medio, compromete.

  Muchos jóvenes, después de entrar en contacto con una semana marcada por la fe y la ayuda a los más necesitados, se dan cuenta que otro mundo es posible, que existe una opción diferente al secularismo, pero pueden quedarse en el camino si no encuentran espacios significativos que les permitan profundizar en lo que han podido descubrir, identificar. Esto, implica acompañamiento en el marco de la pastoral educativa, juvenil y vocacional. De otro modo, aparece al poco tiempo el tedio, la desconfianza y se pierde una buena oportunidad para madurar en la fe. Es cierto que aún quien decida dejarse acompañar tendrá que pasar por ciertas pruebas, pero cuando hay perspectiva y madurez, lejos de darse por vencido, encuentra nuevos motivos para seguir adelante y ser alguien desde la lógica de Jesús.

 Ahora bien, ¿cómo darle continuidad? En primer lugar, recuperando la experiencia, dejándoles hablar con libertad; es decir, sin prejuicios. En segundo lugar, ofreciendo momentos de adoración eucarística. En tercer lugar, poniendo a un buen sacerdote a su disposición, alguien que sepa formar a los jóvenes. Con tres pasos sencillos es posible hacerlos despertar y que se vayan comprometiendo en los diferentes escenarios y niveles de la sociedad. Cederles la cuota de liderazgo que les corresponde, pero dándoles los medios para poder ejercitarlo, porque los líderes no se hacen por generación espontánea. Ocupémonos del día después, para que algo tan significativo como haber compartido el tiempo durante una semana con personas en situación de riesgo, no se quede en una selfie o mero recuerdo. Vale la pena comprometerse y jugársela por la fe en medio del mundo.