Hay un slogan que está presente en muchos perfiles de las diferentes redes sociales e incluso en algunas marcas de ropa: “open mind” (mente abierta). Los que no tienen muy claro qué es la Iglesia, acostumbran utilizarlo como argumento para descartar su propuesta en pleno siglo XXI, como si católico y “closed mind” (mente cerrada) fuera lo mismo. Según nuestros críticos, somos unos cerrados; sin embargo, de ser así, ¿creeríamos en la vida eterna? Una persona de pensamiento cuadrado, ¡nunca afirmará nada de esto! Pues su visión solamente acepta lo cuantitativo, descartando lo cualitativo. También nos echan en cara que no sabemos relacionarnos con la diversidad cultural, pero ¿cómo explican que seamos la institución más internacional del mundo? Basta con darse una vuelta por la Plaza de San Pedro y escuchar la suma de idiomas para ver que no hay nada tan multifacético como la Iglesia.

  Haciendo un poco de historia, ¿nos parece que alguien de la talla de Sto. Tomás de Aquino que tomó lo mejor del pensamiento de Aristóteles fue “closed mind”? Nada de eso. Es más, para haber llegado a escribir la “Suma Teológica”, tuvo que ampliar sus horizontes y explorar más allá de lo establecido para abrazar puntos medulares de la filosofía griega, sin olvidar los tratados sobre los comienzos de la química, la lógica, las matemáticas, la física, etcétera. Lo mismo podemos decir de Sta. Edith Stein, quien se convirtió al catolicismo después de haber visto en su religión materna -el judaísmo- una referencia clara hacia el cristianismo como continuidad de la revelación. Siendo una filósofa y catedrática destacada, no sería justo acusarla de mente corta. Y así hay muchos ejemplos más.

  Quizá el problema de la mala fama que todavía tenemos en algunos círculos sociales e intelectuales, viene de dos causas. La primera, haberse encontrado con algunos católicos fríos, ignorantes de su propia fe, quienes les dejaron tan mala impresión que los llevó a generalizar sin conocer los documentos que reflejan la postura oficial de la Iglesia en los diferentes temas. La segunda, confundir apertura con relativismo; es decir, pensar que para poder tener horizontes muy amplios hay que vivir sin una moral clara, definida. Como decía el P. Jorge Loring, "la fe me quita la libertad para lo malo, ¡pero no para lo bueno!" Y de eso se trata.

  Aprendamos a dialogar con los que piensan diferente, sin volvernos acomplejados por las etiquetas.