En Estados Unidos el tema deportivo va muy ligado a las estaciones del año. Cada deporte tiene su lugar. Verano es igual a béisbol; otoño y los comienzos del invierno pertenecen al fútbol americano; cuando aprieta el frío las actividades que se disputan en un pabellón, como el baloncesto, toman las riendas.



Es cierto que ya ha acabado el invierno, pero el deporte de la canasta está en plena efervescencia y, curiosamente, la gran protagonista del March Madness (Locura de Marzo) no es la NBA, sino la liga universitaria, la NCAA, donde los chicos todavía defienden unos colores y una camiseta y no hay dinero de por medio, donde todavía se aprecia más el juego por su intensidad que por su perfección, donde todavía David es capaz de vencer a Goliat…

La liga universitaria de baloncesto tiene también una peculiaridad que no comparten los otros dos deportes reyes de Estados Unidos, fútbol americano y béisbol, proliferan las universidades católicas, las cuales siempre están entre las principales candidatas a llevarse el título. De hecho, siete de ellas hasta quisieron llamar a la conferencia en la que juegan Catholic 7, aunque al final la liga optó por mantener al grupo el nombre de Big East.

Independientemente de este hecho anecdótico, es común ver avanzar a instituciones católicas en el torneo en que 68 de los más de 300 equipos que componen la primera división se eliminan hasta quedar cuatro para disputar el título universitario en la famosa Final Four. Varias como Georgetown (con Patrick Ewing de pívot), Vilanova, Marquette, Loyola, San Francisco (dos veces), La Salle y Holy Cross han ganado el campeonato; otras como Gonzaga y Saint Johns forjaron, respectivamente, dos jugadores, John Stockton y Chris Mullin, que fueron miembros del Dream Team que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.

¿Por qué se da este fenómeno? Parece mentira, pero la respuesta es muy sencilla. Desde que el deporte es deporte, los religiosos han buscado formar gente joven a través de esta noble actividad. El baloncesto brinda una gran ocasión –también lo hace ahora el fútbol sala- de ofrecer a chicos marginados en las ciudades la oportunidad de practicar un deporte gastando muy poco dinero. Básicamente, solo se necesita un patio, una pelota y dos canastas (dos porterías en el caso del fútbol sala). Así, Jesuitas, Paúles y demás órdenes religiosas, que no dudaron en sumergirse en las trincheras de ásperas urbes americanas como Filadelfia, Washington, Boston, Nueva York o Chicago, construyeron programas educativos alrededor del baloncesto que luego llevaron a sus propias universidades, logrando resultados espectaculares, no solo en el ámbito deportivo, sino también y principalmente en el formativo.

El torneo por el título universitario 2015 avanza velozmente. Nueve universidades católicas comenzaron entre las 68 elegidas. Dos han llegado a situarse entre las últimas ocho que han sobrevivido ya a cuatro eliminatorias. Esta noche y mañana se jugarán los cuartos de final. Los ganadores están a solo una victoria de alcanzar la mítica Final Four que se disputará en Indiana. Notre Dame se mide a la imbatida Kentucky y Gonzaga jugará contra la temida Duke. Hace treinta años que una universidad católica no gana el campeonato. ¿Será esta vez? Quizá el que la final se dispute el lunes de Pascua no sea una casualidad.