Con esta sentencia lapidaria finaliza Federico Engels el Anti-Dühring, obra en la que expone de un modo sucinto los fundamentos básicos del socialismo tal cual es concebido en su obra conjunta y complementaria con la de Carlos Marx. Y esta frase, aplicada a Eugenio Dühring, ilustra el método de confrontación con la obra de éste que recorre todas sus páginas. En su nuevo socialismo, escribía Dühring lo siguiente: “Es necesario al menos hacer entender, a pesar de la presión de los prejuicios, que es menester preocuparse no sólo del número de nacimientos, sino también y sobre todo, de su cualidad, ya favorable, ya defectuosa, debido a la naturaleza y a las precauciones del hombre. En todo tiempo y bajo todos los regímenes jurídicos se han destruído los monstruos... Evidentemente, hay ventaja en prevenir el nacimiento de un hombre que no será sino defectuoso... La concepción, y aún el nacimiento, implican, desde este punto de vista, cuidados preventivos y, aún excepcionalmente, selectivos”. Dühring estaba colaborando, sin saberlo, en la construcción de la amplia base teórica con las premisas que sustentaron décadas después el nazismo. Y curiosamente quien reacciona frente a él no es otro que el propio Engels. Lacónicamente despacha estas pretensiones eugenésicas con un sarcasmo feroz: “en tal caso, hemos salido ya del socialismo y nos encontramos en La Flauta Mágica, con la diferencia de que el pontífice francmasón Sarastro no es sino un sacerdote de segunda clase con respecto a nuestro severo y profundo moralista (Dühring)”. Y finaliza su obra con esta frase: “ahora podemos referir a causas personales los errores científicos y las explosiones de orgullo del señor Dühring en estas palabras: irresponsabilidad por megalomanía”. Y hoy en España, con un gobierno “socialista” que retoma las premisas teóricas de un Dühring situado en las raíces del nazismo, abanderando la eliminación de “humanos defectuosos” antes de su nacimiento, resulta hasta saludable comprobar cómo el que les califica de irresponsables por megalomanía no es otro que el mismísimo Federico Engels. Quizás Engels no sea más que un "facha ultracatólico". Por si las moscas, en lugar de permitir lo defectuoso, se niega lo humano y se desactiva la crítica. Defectuoso, sí, pero no humano, Aído dixit. Quizás debamos traer también en nuestro auxilio al propio Carlos Marx.