“Mi cuerpo, mi decisión” es -por decirlo de alguna manera- el tradicional slogan de los colectivos que apoyan la legalización del aborto; sin embargo, conviene analizarlo desde un punto de vista médico y jurídico. El primero, pone de manifiesto que no hay un solo cuerpo, sino dos, con la salvedad de que el embrión se encuentra dentro de la madre. Por lo tanto, la decisión deja de ser algo meramente personal, porque también involucra al futuro del no-nacido. El segundo, recuerda que el mayor bien jurídicamente tutelado es la vida. Una sociedad que admite el asesinato de alguien que ni siquiera ha visto la luz del día, ¿puede estar legitimada para exigir que se respete la dignidad de la persona humana? Cualquiera que haya estudiado derecho penal, sabe que en el delito de homicidio hay agravantes como la premeditación, alevosía y ventaja. En el caso del aborto -tipificado o no- encontramos las tres:

Premeditación: se cubren una serie de actos preparatorios. Por ejemplo, la madre, el padre o ambos, dan su consentimiento ante el médico.

Alevosía: se asecha a la víctima de forma física o química. En este caso, al feto.

Ventaja: el sujeto pasivo no tiene ni la más mínima posibilidad de defenderse.

  Cuando nuestra decisión afecta a otra persona, el adjetivo posesivo “mi” queda fuera de lugar. Esto aplica en lo que respecta al aborto. De ahí que el slogan, aunque sensacionalista, sea una contradicción médica y jurídica. Sigamos construyendo la cultura de la vida.