INTRODUCCION

El Nuevo Testamento nos propone en María un modelo sublime de vida cristiana y un ejemplo de auténtica emancipación femenina, en el cual toda mujer debería inspirarse para comprender plenamente su propia dignidad.

Contemplando a la Virgen María todos los prejuicios contra los presuntos defectos o debilidades de la mujer son desmentidos, y todos los valores de la personalidad femenina son ensalzados.

En ella se realiza efectivamente la auténtica emancipación de la mujer. En ella Dios ha puesto la insistuibilidad del rol de la mujer en el desarrollo de la humanidad y en la historia de la salvación. La nobleza de todas las mujeres es iluminada por el culto católico a la Virgen María.

LA DIGNIDAD DE LA MUJER

En la Virgen María aparece de manera espléndida la dignidad de la mujer según en plan de Dios. La Anunciación revela la voluntad de Dios de pedir la cooperación de la mujer en la obra de salvación del mundo. La realización del misterio de la salvación está condicionada al consentimiento libre de María. Esto nos hace comprender que Dios considera a la mujer, no como un ser pasivo o inferior a los demás, sino como un ser responsable y libre, una persona con su dignidad y autonomía.

María preguntó al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ (Lucas 1:34). Y solamente después de la aclaración del ángel, ella aceptó y dio su consentimiento al proyecto de Dios. Toda acción de Dios en la historia de los humanos respeta siempre la voluntad libre del ‘yo’ humano. Lo mismo acontece en la Anunciación de Nazaret. También la mujer es persona y tiene la misma dignidad y responsabilidad del hombre.

LOS VALORES DE LA PERSONALIDAD FEMENINA

Siguiendo las huellas del Evangelio, vamos a presentar algunos de los valores de la personalidad femenina, que resplandecen en la figura de María.

1.- La capacidad de entrega a Dios.

‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según su voluntad’ (Lucas 1:38). El consentimiento de María es una ofrenda total a Dios y manifiesta toda la fuerza de entrega, propia de la mujer. El carácter de la mujer se manifiesta en esto: ‘Hágase en mí según tu voluntad’; es decir, en hacerse receptiva y disponible para dar la vida. Cuanto más la mujer se hace ofrenda, entrega y olvido de sí misma, tanto más se hace auténtica, tanto más se hace mujer, y por eso, grande.

Jamás una mujer tuvo un influjo tan decisivo en la historia de la humanidad. De su ‘sí’ depende la venida del Redentor al mundo. María acepta en nombre de toda la humanidad. Es designada por Dios como cooperadora de la Nueva Alianza. ‘Eva, todavía virgen, se hizo desobediente y llegó a ser, para sí misma y para todo el género humano, causa de muerte. María, virgen obediente, se convierte para sí misma y para todo el género humano en causa de salvación’. (Ireneo, AH, 3:22).

2.- La capacidad de entregarse al prójimo

La visita a Santa Isabel manifiesta la capacidad de la mujer de entregarse y de santificar al prójimo. María se fue con prontitud a la región montañosa de Judá y se puso al servicio de Isabel en el momento de la necesidad (Lucas 1:39). El encuentro de las dos madres es, en realidad, el encuentro de los dos hijos, a cuya misión están colaborando ellas dos. Aquí María es la auxiliadora. La presencia de Cristo en María se hace presencia santificadora para Juan Bautista e Isabel: ‘La criatura se movió en el vientre y ella quedó llena del Espíritu Santo’ (Lucas 1:41).

Por su riqueza interior y personal, por sus cualidades características, la presencia de la mujer puede tener un influjo humanizador y santificador en beneficio del individuo, de la familia y de la sociedad.

3.- La capacidad de iniciativa

La boda de Caná manifiesta la capacidad de intuición y de iniciativa de la mujer. Con osadía, María se dirige a Jesús y le convence para anticipar su hora. El milagro le revela como Salvador y suscita en los discípulos la fe que salva (Juan 2:11). La iniciativa de María obtiene un claro reconocimiento.

En la Iglesia la mujer no es solamente una ayudante, una ejecutora con el único papel de obedecer. Ella toma la iniciativa, así como el hombre. En la Iglesia y en la sociedad es llamada a dar su contribución característica según sus cualidades y carismas personales.

4.- La fortaleza en la prueba

La mujer no es debilidad e inconstancia, el llamado ‘sexo débil’. En el momento del sufrimiento María manifiesta su fortaleza moral, su fidelidad absoluta y el seguimiento generoso al Señor. Ya Simeón había profetizado sus sufrimientos (Lucas 2:35). Toda la vida de María es atravesada por el dolor y el sacrificio.

Junto a la Cruz ella testimonia que en los momentos dramáticos la mujer es constante, es fiel y es fuerte. El Evangelio dice ‘Stabat’; es decir, ‘estaba de pie, parada’ (Juan 19:25). Es la firmeza sin vacilación de la mujer. En las tragedias de la vida, María es el símbolo de la mujer que está de pie. En ella el amor al Señor es más fuerte que la turbación del dolor.

5.- La maternidad universal

Junto a la Cruz, María es consagrada como cooperadora en la obra de salvación, con una misión de maternidad universal. Jesús confía a María al ‘discípulo amado’ para asegurarle una cariñosa asistencia: ‘Ahí tienes a tu madre’. Luego confía el discípulo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’ (Juan 19:26-27). Jesús usa la palabra ‘mujer’ para significar a ésta, no en su debilidad o en su función, sino en todo el valor de su personalidad femenina. Jesús confía a María una maternidad que se extiende a los discípulos. El ‘discípulo amado’ del Evangelio es símbolo de todos los discípulos que, amados por Cristo, reciben a María por madre. María influye en la generación espiritual de todos los discípulos de Cristo.

Asimismo, la mujer es llamada, fuera de las paredes domésticas, a ejercer una misión de maternidad espiritual, en vista de la humanización y cristianización del mundo entero. La figura de María ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor, artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna. Es un testigo del amor, que edifica a Cristo en los corazones.

ORIGINALIDAD DE LA MISION DE LA MUJER

Aunque sea la ‘llena de gracia’ y cumpla una misión extraordinaria en la historia de la salvación, María no fue llamada al sacerdocio ministerial en el número de los Apóstoles. Eso significa que la misión de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es concebida de manera diferente a la misión del hombre. Sin embargo, diversidad no quiere decir inferioridad. La misión de María en la línea de la feminidad y de la maternidad no es inferior a la de los Apóstoles, sino que es diferente.

Se trata de una diferencia funcional, la cual no significa forzosamente inferioridad o desigualdad. El sacerdocio, en efecto, no es superioridad, sino servicio. En la Iglesia hay varios ministerios complementarios entre sí, que no se pueden nivelar sobre el modelo del sacerdocio.

En el plan de Dios, la mujer es complementaria al hombre. Tiene papeles complementarios que, sin embargo, son tan importantes como los del hombre. En consecuencia, lo ideal para la mujer no es asemejarse totalmente al hombre transformándose en una especia de copia del mismo, sino afirmarse a sí misma, ser plenamente mujer con su personalidad original. El papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia no es superior ni inferior al del hombre. Sencillamente, es diferente.

RESPETO Y VALORIZACION DE LA MUJER

En nuestro ambiente, la mujer es despreciada de mucha maneras, instrumentalizada, violentada en el cuerpo y en el espíritu, y además considerada una cosa u objeto de placer.

Si María es la imagen de la mujer en sus potencialidades positivas y en sus valores esenciales, contemplarla y venerarla significa tomar conciencia de la dignidad de toda mujer, en cuanto a persona creada a imagen y semejanza de Dios, y valorarla y respetarla bajo todos los aspectos y en toda circunstancia.

En María la mujer puede comprender su propia dignidad trascendente y tener confianza en sus capacidades, en la misión singular a la cual cada una es llamada en la sociedad y en la Iglesia. Debe tomar conciencia de la inmensa posibilidad de bien que se le abre delante como mujer.

La propia Iglesia sigue insistiendo en cuanto que para la mujer cristiana, y especialmente la religiosa, asuma en la sociedad y en la Iglesia las responsabilidades y los cargos que a ella le corresponden.

 

Como la de María, también la misión de la mujer en la obra de la salvación es insustituible.

Juan Pablo II – Mulieris dignitatem.

 

BIBLIOGRAFIA

.- María, la mujer nueva disponible al Espíritu.                     AAVV          1979

.- La fe de María y la nuestra                                              J. Galot        1975

.- María y la mujer de hoy en la Iglesia y en la sociedad        A. Galino      1980

.-La Madre de mi Señor                                                    L. Mariotti    1993

.-María en la obra de salvación                                         C. Pozo        1974

.-María en el ministerio de Cristo                                                S. Verges      1972