Cada vez que voy a un encuentro a alguna parte, me llueve alguna que otra invitación a hacerme amigo de gente por Facebook. Me encanta Facebook porque así puedes poner caras a los nombres, y con el tiempo acordarte de tantas personas a las que de otra manera olvidarías.


Pero eso sí, curiosamente, será por deformación “profesional”, un gran número de las invitaciones que me llegan son de gente que en vez de su foto de perfil tiene a Jesucristo, a San Juan Pablo II, al Santísimo Sacramento, a la Virgen de su pueblo, etc,etc...en algunos casos no sólo es la foto del perfil, si uno investiga, no encuentra nada más que fotos religiosas en los álbumes de fotos de esa persona…



Y digo yo…¿cómo voy a saber quién es el que me invita? Y no sólo eso, también me surge la duda acerca de si la persona es de este mundo o está ya más en el otro…si la gente “normal” pone a sus amigos y las cosas que le gusta...será normal que alguien ponga a sus amigos los santos y lo que le gusta también ¿no?


Pues no soy quien para criticarlo, pero no puedo evitar pensar y maliciarme que quizás lo que nos pierda a la hora de acercarnos a los de fuera sea nuestra falta de “normalidad”. Y eso, mucho me temo que es algo que no se improvisa ni se imposta: o se es normal, o no se es.


Evangelizar la red no es una cuestión de poner crucifijos en cada muro de Facebook, ni de ir haciendo alarde de lo cristianos que somos...


Yo creo que se evangeliza desde la identidad profunda de hijos de Dios que tenemos, pero también desde la normalidad, la cercanía y la naturalidad. Si sumamos estas tres características llegamos a aquella que la gente más valora hoy en día: la autenticidad. La gente hoy en día respeta lo genuíno, ni más, ni menos.


Y curiosamente la gente “de fuera” piensa que en la iglesia no hay normalidad, ni cercanía, y a nuestra falta de naturalidad la llaman falsedad que viene a ser falta de autenticidad (vamos, que no les parecemos genuinos).


Quizás por eso cuando en nuestras cenas Alpha a la gente se le pone una cena excelente regada por un buen vino y de sobremesa un chupito, la gente se relaja y alguno nos confiesa en petit comité lo mucho que le ha impactado encontrarse eso en algo organizado por la iglesia...será porque la imagen que tienen de la iglesia es la de la coca cola sin gas de la reunión de Cáritas de la semana pasada y el tipo repartiendo estampitas en momentos intempestivos a todos los incautos que osan acercarse por el templo.

No sé, a mi esto de la evangelización y las redes sociales me parece que es más un problema de inculturización y ser genuinos que de otra cosa…y ojo que siendo auténticos hablaremos de Jesucristo sin dejarnos ni una coma...pero como gente normal, no como extraterrestres. Está claro que no es lo mismo ser sal de la tierra, que ser de los que parece que han salido de esta tierra de lo elevados y perfumados de incienso que andan.


Volviendo al tema. Me decía ayer un amigo muy metido en el mundo del periodismo religioso que usar las redes no es lo mismo que “ser contemporáneo” (literalmente me decía que “ser 3.0”, pero mucho me temo que muy poca gente entendería la diferencia entre la cultura 1.0, la 2.0 y la 3.0 cuando hablamos de ministerios enfocados a la juventud).


Pues sí, aunque la mona se vista de seda, en mona se queda. Si vivimos mentalmente en la modernidad, no por abrirnos una cuenta de twitter y tener un blog significa que hayamos entrado en la postmodernidad.


Recordemos el postulado fundamental de la postmodernidad: el medio es el mensaje….mientras sigamos sirviéndonos de los medios para dar un mensaje que a fuerza de manido se ha vuelto rancio y mohino, no podemos pretender que la gente nos perciba con la misma normalidad  con la que percibirían a un amigo cualquiera en Facebook…hay algo fundamentalmente desintonizado, pues nos quedamos en el mensaje sin entender el medio.


Y si no, a las pruebas me remito…menos mal que Jesucristo era tan posmoderno que se dió cuenta de que el medio para llegar al Padre era él...y que Él era el mensaje...


Y sí, a Jesucristo ya lo tengo en Facebook, no me hacen falta mil cuentas de gente con su su cara, su túnica o la orla de su manto. Curiosamente él no necesita de una cuenta de twitter para estar en todas partes ni tiene que envidiar nada al más postmoderno y hipster de la clase…