Aquellos que se consideran autónomos y fuertes, los que quieren mostrar su importancia y su éxito, tienen el riesgo de no acoger a Jesús, ese Jesús dulce y humilde de corazón, sencillamente porque no tienen necesidad de ÉL.
Al contrario, los débiles, los humildes, los pobres, saben que no se pueden desenvolver solos y le abren la puerta y sus corazones. Recordemos la parábola sobre la invitación a la fiesta de boda (Lucas 14, 22)  “Las personas bien integradas en la sociedad no aceptan la invitación, ellos están ocupados con otras cosas más importantes. Son los pobres, los frágiles, los enfermos, ciegos, que acuden a la cena del Amor….”
 
Con la llegada de Jesús todos aquellos que marchan sobre un caminito de pobreza e inseguridad, llegan a ser capaces de un verdadero conocimiento de Dios; el conocer desde el corazón que se revela un Dios de dulzura, de bondad, de amor. Es una revolución….

Jean Vanier