“Nos han mandado a un cura muy mayor”, es una expresión más común de lo que pensamos; sin embargo, ¿qué hay detrás? A veces, tenemos la idea de que solo valen los jóvenes y pareciera que una vez superados los cincuenta años de edad, como que se pierde relevancia en las prioridades pastorales. Ciertamente, un sacerdote joven puede -por ley de vida- hacer cosas más dinámicas que uno mayor; sin embargo, desde la perspectiva de la fe, antes que el hacer, está el ser y ese no se pierde ni con un siglo encima. El Papa Francisco nos ha pedido que cuidemos a los jóvenes y a las personas mayores, pues ambos grupos constituyen la riqueza de cualquier nación. Los primeros por su vitalidad y los segundos por la experiencia sobre el terreno.

  Volviendo al título del post, tenemos que valorar mejor a los “curas mayores”, pues muchas veces afrontan proyectos que ni siquiera un treintañero se imaginaría. Por ejemplo, el P. Jorge Loring S.I., quien a sus 92 años seguía haciendo presencia en los medios de comunicación. El punto es recordar que por encima de la actividad, está el ejemplo, la congruencia y que eso es justo lo que aporta sabiduría al conjunto, a la Iglesia. Visitar a los sacerdotes ancianos, es una excelente forma de ayudar, de invertir el tiempo, porque te aportan una serie de anécdotas humanas y espirituales que animan. Al platicar con ellos, se amplían nuestros horizontes y, sobre todo, descubrimos que vale la pena vivir la fe según nuestra vocación.

  El éxito apostólico; es decir, los frutos que se van dando a tiempo y a destiempo, no dependen de la edad, sino de la coherencia. Puede provocar mayor impacto alguien de ochenta y tantos años que uno o una de treinta. Juan Pablo II, con toda la vejez y la enfermedad sobre sus hombros, atrajo multitudes y, desde luego, que esto no se debió a que tuviera menos de cincuenta, sino a esa chispa que lo caracterizó hasta el último día y que fue consecuencia de su relación con Dios; especialmente, en la Eucaristía. Entonces, cuando estudiemos la realidad de alguna casa religiosa, evitemos expresiones como “alto o bajo perfil apostólico”, porque una residencia de religiosos en retiro puede atraer más vocaciones de lo que pensamos si hay testimonio. Obviamente, la edad influye y sirve para estimar el futuro de alguna obra apostólica, pero lo que determina el surgimiento de nuevas vocaciones es la fidelidad.