Gerar J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Ámsterdam, afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales felices, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones. Y niega rotundamente que la homosexualidad sea una condición, un modo de vivir la vida, como nos quieren hacer ver. La homosexualidad es un “capricho” de la naturaleza humana, con la que se nace o se adquiere por las circunstancias que rodean al individuo. Como venimos diciendo, aquí no se trata de acusar o condenar a nadie. Respetamos profundamente a las personas, pero no podemos desde la ética y la moral dar por buena cualquier aberración sexual que se cometa desde la homosexualidad o desde la heterosexualidad. El hombre tiene una dignidad de acuerdo con la cual ha de vivir, sea como sea su naturaleza o su estado de vida. La castidad no es una virtud para gente rara, poco motivada, o amorfa. No se trata de calificar de trasnochado espiritualista al que quiere vivir la decencia y la limpieza moral de su dimensión sexual en relación consigo mismo y con los demás. Lo mismo que hay que usar rectamente cualquier resorte humano para no degradar nuestro nivel de dignidad, en el terreno afectivo y en el ejercicio de la sexualidad hay que obrar con los mismos principios que exige nuestra categoría dentro de maravillosa gama de seres que pueblan la tierra. Planteamos esta cuestión: ¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Trataremos de dar una respuesta lo más fiel posible a los principios generales y específicos de una ética y una moral basada en los valores humanos y en los principios evangélicos.