Su odio, nuestra sonrisa es el mensaje navideño más impactante desde juguete completo, juguete Comansi. Por encima de El lobo, qué gran turrón, y al mismo nivel que Rondel oro, Rondel verde. Y ya que hablamos de cava hablemos de Barcelona, donde en estas fechas tan entrañables se ha presentado Pablo Iglesias en sociedad con el eslogan como credencial. Puede que tenga razón, que le odien, pero es un odio de ida y vuelta. El odio, hoy, es también el Cola Cao de siempre, el alimento de la juventud, edad en la que reside gran parte de los afiliados de Podemos, partido en cuyo programa político la venganza tiene casi la misma relevancia que el pleno empleo.
Aunque sus dirigentes abanderen el retorno del poder de las flores, Podemos es el contrapunto del movimiento hippy por la misma razón que La Internacional, entonada por Iglesias, es la antítesis de Viva la gente. A Podemos le conviene que no se descubra lo que le asemeja a Vietnam, pero su discurso se parece más al napalm que a Woodstock. Por lo pronto, Podemos advierte a la casta de que le llegará Hanoi. Tal vez un Hanoi sin muertos, pero no sin víctimas. Normal: en cuanto le das poder a las flores, acaban con el jardín.