Unos personajes que destacan en la primera Navidad son los pastores. No faltan en ningún relato, y están presentes en todas las representaciones  populares del Nacimiento.

            Belén y su comarca ha sido tierra de pastores. La vegetación y la orografía se prestan a ello.  En esta región apacentaba David los ganados de su padre cuando fue ungido por Samuel (cfr. 1 S 16, 113) y, tres generaciones antes, su bisabuela Rut espigaba los campos de trigo y cebada detrás de los segadores de Voz (cfr. Rt 2, 117). Siglos después, cuando se cumplió el momento de la venida del Hijo de Dios a la tierra, allí tuvo lugar el primer anuncio del nacimiento de Jesús: “había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: -No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Pc  2, 812).

            Y los pastores, embargados por la sorpresa de la aparición y el anuncio, pronto se pusieron en marcha, con gran presteza, para encontrar al Salvado. Llevaban humildes presentes por si  la familia del Señor lo necesitaba.  Y llegaron al portal y se quedaron extasiados contemplando la escena. Una familia pobre como ellos, acogiendo con entrañable amor a un niño igual y distinto a todos los niños. No sabían que hacer,  su rudeza no les permitía hablar y actuar con normalidad, pero su buen corazón les impulsó a hincar la rodilla en el suelo para adorar a Dios. María y José estaban admirados y agradecidos  con aquella pobre gente. Los pastores se limitaron a contemplar en una de las oraciones más espontaneas que nos descubre los evangelios.

            Así debe ser nuestra actitud ante el Niño Jesús: contemplación, adoración, emoción, gratitud, dulzura, correspondencia. Todos debemos ser pastores la Noche de Navidad. Cada cual que le lleve a Jesús el regalo más bonito, un amor expresado con una sonrisa y una emoción sincera. El pastor es persona sacrificada, comprometida con su rebaño, incondicional todos los días del año. Ama a sus ovejas y ellas le conocen y obedecen. Jesús nos hablará de ellos en su predicación evangélica. Y la Iglesia adoptará este término para denominar la tarea de los ministros sagrados, y la de todos los apóstoles al servicio de las almas. Todo empezó en el portal de Belén.

ORACIÓN: Señor, queremos ser sencillos y agradecidos como los pastores. Tal vez nos falte agilidad para ir con prontitud a tu encuentro. Danos esa audacia para responder ágilmente a Tu llamada. Los pastores recibieron una vocación y fueron fieles. Que sepamos velar como ellos para que no nos coja dormidos el anuncio de Tu presencia. Nada hay más valioso que un SI a tiempo. Te lo pedimos Señor. Amen.

Juan García Inza