En este segundo día del Quinario de Navidad que estamos celebrando virtualmente, nos acercamos  hoy a la Virgen María. Ayer estuvimos cerca de José, el hombre prudente y fiel. Hoy contemplamos a María, la mujer humilde, obediente, llena de amor a Dios y a la humanidad. Ha sido elegida para una misión demasiado grande. El Hijo de Dios, la Palabra de Dios, va a entrar en el mundo a través de Ella. Y Ella no se siente digna, pero sí esclava, servidora, de Dios. Y el Señor se apoyó en Ella para iniciar la Obra de la Redención de la humanidad.


            Nos acercamos sigilosamente, sin hacer ruido, a María, que está en oración. La contemplamos con asombro y gratitud. La acompañamos en esa plegaria que sale de su alma  rogando por todos, cantando de alegría: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Por se ha fijado en la humildad de su esclava me llamarán Bienaventurada todas las generaciones…  Dios se ha fijado en su humildad. Y esa es la virtud que quiere ver en nosotros. La Navidad solo se entiende desde la humildad. La Iglesia, nosotros, debemos ser humildes, sencillos, claros, trasparentes, con la puertas siempre abiertas a la gracia que viene de lo alto.

            Benedicto XVI dice: ¡Cuan diversa debe ser la actitud de la comunidad cristiana! La Iglesia está llamada a vivir estas horas haciendo suyos los sentimientos de la Virgen María. Juntamente con Ella está invitada a tener fija su mirada en el Niño Jesús, nuevo Sol que ha surgido en el horizonte de la humanidad y, confortada por su luz, a apresurarse a presentarle “las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos”.

            María nos lleva de la mano al portal de Belén, y nos dice: -Mira a mi hijo, al Hijo de Dios. Adóralo, háblale, escucha lo que quiere decirte. Belén es una lección para todos. ¡Ojalá los hombres aprendan a leer en este libro abierto que es Jesús Niño! Navidad es una lección de Dios a la humanidad. Solo si dejamos que El nazca en el alma de cada uno la humanidad será más parecida a lo que Dios quiere que sea.

ORACIÓN: Virgen María, Madre nuestra, cuando faltan tan pocos días para celebrar la Navidad, te pido que me ayudes a ir al Portal con el alma sencilla, con una humildad sincera, con una grata sonrisa. Enséñame a tratar a Jesús en estos días como El se merece. Que no sea yo un extraño ante el Nacimiento. Que deje, Virgen María, que Jesús nazca realmente en mí, como nació en Ti  Y te pido por mio familia y por todos mis amigos. Que celebremos el cumpleaños del Señor de todo corazón, y podamos cantar “cumpleaños feliz” con todo el gozo que salga de nuestra alma enamorada.  Que así sea. Ave María Purísima.

Juan García Inza