En este coro comenzó la historia de don Antonio Casanova Fernández. Aquí ingresó como miembro del grupo de los Seises. Entre cantos litúrgicos, curas cantando, celebraciones litúrgicas y una familia católica muy profunda, nació su vocación al sacerdocio.

Ingresó en el Seminario diocesano, donde acabó sus estudios, siendo ordenado de presbítero en el año 1934. Su primer destino estuvo en el pueblo de Aldeaquemada, en pleno camino fronterizo entre Jaén y Ciudad Real.

Cuando estalló la Guerra Civil, don Antonio tuvo que esconder su condición de cura, como hicieron tantos otros, colocándose a vender libros en una papelería.

Salvando su vida, fue destinado hasta Fuensanta de Martos como párroco. Desde allí vino hasta Jaén para sustituir al jubilado don Juan Vicente, como capellán del hospital de San Juan de Dios, que hablamos días atrás.

Durante los años que sirvió la capellanía del hospital, don Antonio daba clases de Formación religiosa en la Sección Femenina local. Fue Vicario de la Santa Capilla de San Andrés.

Pasó, más tarde, a ser capellán del hospicio de niños llevado por la Diputación Provincial. Ahí lo conocí y traté hondamente. Era un sacerdote excelente.

En 1983 fue nombrado canónigo de la Catedral donde un día entró como miembro de los Seises. Tras unos años, una enfermedad  le impedía salir a la calle, a su casa fuí muchas veces a verlo. Un día fue llamado por Dios a la Casa de todos los hijos suyos.

Descanse en paz, don Antonio.

Tomás de la Torre Lendínez