Benedicto XVI ha vuelto a intervenir en un asunto debatido y lo ha hecho escribiendo un artículo, o mejor reescribiéndolo. El Papa emérito se ha corregido a sí mismo. En 1972 habría afirmado que era posible admitir a los divorciados vueltos a casar a la comunión y ahora niega dicha posibilidad, aunque sugiere que se abra un debate sobre si casarse sin una experiencia cristiana y sin fe (los "paganos bautizados", como él los llama), pueda ser considerado materia de nulidad matrimonial.

En 1972, cuando Joseph Ratzinger era profesor de Teología en Ratisbona, escribió un artículo sobre la comunión de los divorciados vueltos a casar. En él dice, entre otras cosas: "El reconocimiento de que el segundo matrimonio se haya demostrado una realidad virtuosa durante un tiempo prolongado y que haya sido vivido en el espíritu de la fe corresponde, de facto, con ese tipo de indulgencia que emerge en Basilio donde, después de un periodo continuo de penitencia, al "bigamus" (es decir, a quien vive en un segundo matrimonio) se le concede la comunión sin la anulación del segundo matrimonio ".

A continuación, añade: "Cuando del segundo matrimonio nacen obligaciones morales en lo que atañe a los hijos, a la familia y también a la mujer y no existen obligaciones análogas que derivan del primer matrimonio; cuando, por consiguiente, el cese del segundo matrimonio por motivos morales es inadmisible y, por otra parte, la abstinencia no es, en la práctica, una posibilidad real, la apertura a la comunión eucarística, después de un tiempo de prueba, parece estar sin duda alguna justa y plenamente en línea con la tradición de la Iglesia".

Este texto fue utilizado por el cardenal Kasper para defender la comunión de los divorciados, apoyándose en la autoridad de quien lo escribió. Lo que Kasper no dijo fue que nunca más Ratzinger se pronunció en ese sentido y que a partir de entonces fue claro y explícito en la negación de esa posibilidad. Por eso, al llevar a cabo la publicación de sus Obras Completas -supervisadas por el cardenal Müller-, no ha querido que en ellas apareciera el artículo citado, para evitar que fuera utilizado contra la doctrina de la Iglesia, y ha escrito un nuevo artículo muy clarificador, en el cual desaparece el texto que abría a la comunión de los divorciados.

En el nuevo artículo, el Papa emérito Benedicto, dice, entre otras cosas que la Iglesia católica no ha seguido a la Ortodoxa en estos temas (ellos sí permiten la comunión a los divorciados), porque los ortodoxos "se han acercado cada vez más al derecho temporal, debilitando así la especificidad de la vida en la fe".

Analiza las causas de nulidad matrimonial, la cual "puede derivar de errores en la forma jurídica, pero también, y sobre todo, de una insuficiente conciencia". "El derecho canónico presupone que las personas adultas sepan qué es el matrimonio y, por consiguiente, que sepan también que es definitivo; lo contrario debería ser demostrado expresamente". Reconoce el Papa la existencia de los problemas psíquicos como motivo de nulidad, pero advierte del peligro de abusar de eso para transformar las nulidades en un divorcio encubierto.

"Sobre este punto -sigue diciendo el Papa Benedicto-, en los últimos decenios han nacido nuevos interrogantes. ¿Se puede presumir hoy que las personas sepan "por naturaleza" sobre lo definitivo y la indisolubilidad del matrimonio, asintiendo con su sí? ¿O acaso no se ha verificado en la sociedad actual, al menos en los países occidentales, un cambio en la conciencia que hace presumir más bien lo contrario? ¿Se puede dar por descontada la voluntad del sí definitivo o no se debe más bien esperar lo contrario, es decir, que ya desde antes se está predispuesto al divorcio?

Abre una puerta al debate en una cuestión muy específica: la de los bautizados que se casaron sin saber lo que hacían por no tener experiencia ni formación religiosa (él los llama "paganos bautizados", y que después se divorciaron, para casarse de nuevo tras haber experimentado una conversión. El texto es el siguiente:

"Actualmente hay cada vez más paganos bautizados, es decir, personas que se convierten en cristianas por medio del bautismo, pero que no creen y que nunca han conocido la fe. Se trata de una situación paradójica: el bautismo hace que la persona sea cristiana, pero sin fe ésta es sólo, a pesar de todo, un pagano bautizado. El canon 1055 § 2 dice que "entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento". Pero, ¿qué sucede si un bautizado no creyente no conoce para nada el sacramento? Podría también tener la voluntad de la indisolubilidad, pero no ve la novedad de la fe cristiana. El aspecto trágico de esta situación se hace evidente sobre todo cuando bautizados paganos se convierten a la fe e inician una vida totalmente nueva. Surgen aquí preguntas para las cuales no tenemos todavía una respuesta".


Se plantea luego la cuestión de la comunión de los divorciados, aceptando la doctrina de la Iglesia que él mismo -como prefecto de Doctrina de la Fe y como Papa- contribuyó a reafirmar. Pero dice que pastoralmente se puede hacer más por ellos: "Pienso que sería necesario reconocerles la posibilidad de comprometerse en las asociaciones eclesiales y también que acepten ser padrinos o madrinas, algo que por ahora no está previsto por el derecho".


No se limita a eso. Afirma que hay un abuso por negligencia en la comunión de tantos que lo hacen sin confesar y que eso deja a los divorciados en una situación de notoriedad, cuando todos en la Misa toman la comunión menos ellos. Por eso recomienda "un examen serio de uno mismo, que puede también llevar a renunciar a la comunión", lo cual "haría además sentir de manera nueva la grandeza del don de la eucaristía y, por añadidura, representaría una forma de solidaridad con las personas divorciadas que se han vuelto a casar".


Termina recomendando que se difunda una práctica ya usada en muchos países, en los que los divorciados se acercan al altar con las manos cruzadas sobre el pecho y reciben una bendición del sacerdote en lugar de la comunión. "El hecho que esto haga posible una comunión espiritual intensa con el Señor, con todo su Cuerpo, con la Iglesia, podría ser para ellos una experiencia espiritual que les refuerce y les ayude", concluye.


Benedicto ha vuelto a iluminarnos con su sabiduría. La novedad es que esta vez se ha corregido a sí mismo. Y lo ha hecho para dejar claro que si en 1972 veía las cosas de una manera, ahora se da cuenta de que estaba equivocado. De humanos es errar y de sabios rectificar. Ha intervenido en una cuestión candente, la comunión de los divorciados vueltos a casar sin haber conseguido la nulidad matrimonial, para cerrar esa puerta y, sinceramente, creo que después de su intervención la polémica debería darse por concluida. Abre, en cambio, otra puerta para el estudio: incluir como causa de

nulidad la ausencia de fe por parte de uno o los dos cónyuges en el momento de la boda, aunque estuvieran bautizados; ese será un tema de debate entre especialistas que se decidirá en su momento, pero que no afecta a lo anterior; la Iglesia, lo mismo que aceptó la inmadurez como causa de nulidad, podría aceptar otras causas, del mismo modo que podría -y debería- agilizar los procedimientos, pero la cuestión de la comunión de los divorciados no debería volver a plantearse, si no se quiere ir contra la enseñanza de Cristo en lo concerniente a la indisolubilidad del matrimonio. Pero yo me pregunto, ¿de verdad de lo que se trataba era de la comunión de los divorciados o más bien esa era la excusa para introducir otra cuestión, la de la equiparación de la homosexualidad con la heterosexualidad? La respuesta a la pregunta la tienen los que elaboraron la relación segunda en el Sínodo, que provocó la "rebelión" de muchos de los obispos allí presentes.